Sociedad

Un país en marcha

Japón quiere que el mítico maratón de Tokio ayude a levantar la moral del pueblo, que sigue muy tocada por el tsunami y Fukushima

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Los problemas no se beben. Se sudan». Un ejecutivo de unos 50 años explica de este modo, mientras estira sus músculos tras la carrera, por qué cada día, al caer la tarde, da un par de vueltas corriendo al Palacio Imperial de Tokio. El circuito, de cinco kilómetros exactos alrededor de un parque frondoso, es el más emblemático para los corredores de la colosal metrópoli. Situado en pleno centro, bajo el 'sky line' financiero y a la sombra de la fortaleza de apariencia medieval donde duerme el emperador, está repleto a todas horas. Por él entrena el novelista Haruki Murakami, autor de la biblia para corredores 'De qué hablo cuando hablo de correr'. El escritor de 'Tokio Blues' vive cerca, pero cientos de aficionados se acercan en metro o en coche para poder trotar por la zona. Para muchos de ellos el maratón de Tokio, que pasa por aquí, constituye su gran reto personal. La meta de la temporada. Saben que este año, además, será una prueba especial porque también lo será para todo el país, que ese día espera sudar buena parte de los problemas de un año de calamidades, marcado por el brutal terremoto que el 11 de marzo sacudió primero la isla y después la ahogó con un tsunami, causando miles de muertos y daños incalculables.

Como cuenta John Carlin en 'Invictus', el libro adaptado al cine por Clint Eastwood, Nelson Mandela utilizó el mundial de rugby de 1995 para unir al país tras el Apartheid y trasladar al resto del mundo la imagen de una Sudáfrica unida. Con el mismo ánimo, las autoridades niponas parecen haber elegido el maratón de Tokio para mejorar la imagen y levantar la moral de un pueblo aún sumido en la depresión, castigado por las consecuencias del tremendo latigazo de 9 grados en la escala Richter y apuntillado por la crisis económica mundial. Una nación a la que los turistas ya no viajan por el nefasto recuerdo de Fukushima, la central que estuvo al borde del desastre nuclear y cuya situación, asegura el Gobierno, está ahora bajo control. El objetivo es volver a poner a Japón en el mapa. Recuperar la confianza. Presumir de seguridad. De salud. De optimismo. Animados por la repercusión internacional que tiene el maratón de Nueva York, aspiran a que la prueba de Tokio, la indiscutible reina del hemisferio oriental, se haga un hueco en la prensa occidental. Millones de personas podrían maravillarse así al ver a 36.000 personas pateando de forma osada, épica, las calles de una de las ciudades más fascinantes y magnéticas del planeta, vaciada de coches para la ocasión y con más de dos millones de entusiastas espectadores a pie de calle volcados en la legendaria prueba.

La cita del 26 de febrero, domingo, es tremendamente significativa. Está a las puertas del primer aniversario del terremoto y constituirá un nuevo punto de partida para la maquinaria estadística del Gobierno. «Calculamos que el descenso del turismo será de un 30% en esa fecha», detalla a este periódico el ministro japonés de Turismo, Hiroshi Mizohata, que maneja caídas mensuales de hasta un 68% en la llegada de viajeros a Japón, antes un destino de moda. «Nuestra esperanza es que después de la carrera todo empiece a volver a la normalidad», explica en su despacho, desde el que puede entretenerse viendo a ese enjambre de deportistas que da vueltas al Palacio Imperial. ¿Por qué el maratón? «Se trata de una carrera muy popular entre los japoneses, que transmite como pocas una imagen de salud y optimismo. Tras la tragedia muchos países recomendaron a sus ciudadanos que no vinieran. Queremos que esta percepción cambie. Esperamos que vengan unos 10.000 extranjeros solo por la prueba», afirma.

El Ejecutivo ha centrado sus objetivos de promoción exterior en los grandes eventos deportivos, como el Gran Premio de Fórmula 1 o el Mundial de Gimnasia. Tenía también grandes expectativas en el Gran Premio de Motociclismo, apadrinado por las poderosas marcas niponas Honda, Yamaha o Suzuki, pero los pilotos españoles Jorge Lorenzo y Dani Pedrosa, que acudieron a la cita a regañadientes, las echaron por los suelos. Lorenzo alardeó de que se duchaba con agua mineral Evian y Pedrosa, que ganó el premio, se jactó de que abandonaría toda su ropa en el hotel. En una probable muestra de la exquisita cortesía japonesa, Harada dice desconocer la reacción de los pilotos españoles y le resta importancia. «Estas citas trasladan al resto del mundo la confirmación de que este país es seguro», zanja. «El maratón es el evento que mueve a más gente y por tanto es la prueba deportiva de mayor envergadura que se celebra en suelo japonés desde el terremoto. Será nuestro momento».

335.147 aspirantes

Los números, desde luego, son de vértigo y, bajo el reclamo de la tragedia, a cuyas víctimas se destinará la mitad de los beneficios, se han batido todos los récords. 335.147 personas intentaron obtener uno de los codiciados 36.000 dorsales en el plazo marcado por la organización. Habrá 10.450 voluntarios y se prevén más de dos millones de espectadores animando unas calles por las que se distribuirán 28 escenarios para ofrecer a los corredores conciertos, danzas y tambores. Como es habitual en los grandes maratones, tan solo pueden apuntarse ya, hasta el 25 de noviembre, algunos corredores extranjeros dispuestos a pagar, aparte de los vuelos, 795 euros para costear con su participación una donación a los damnificados y obtener a cambio el dorsal, cuatro noches de alojamiento, visitas guiadas y desplazamientos a la carrera. Ese es el precio que tiene disponer en exclusiva y durante horas de las espectaculares calles, túneles y puentes que vertebran la mayor urbe del planeta, despojada esa mañana del trasiego habitual. Lo que cuesta correr 42 kilómetros y 195 metros bajo los rascacielos de Shinjuku y los fastuosos almacenes de Ginza, ante el resplandor de los neones de Kabuki y junto a los templos de Asakusa; de disfrutar del perfil rojo de la Torre de Tokio, o cruzar a pie la bahía industrial por el puente blanco del Arco Iris hasta terminar en mar abierto.

Con tan solo seis años como prueba popular, el maratón, perteneciente a la Golden League, aspira a competir con los cinco grandes: Nueva York, Boston, Chicago, Londres y Berlín. «No tenemos su historia, pero el entusiasmo de nuestro público es incomparable y el ambiente durante la carrera, aderezado de tradiciones japonesas, hace que la experiencia sea muy diferente», presume Tad Hayano, director general de la prueba. «No logramos atraer tantos 'charity runners' como Nueva York y es cierto que no somos tan internacionales, pero este es el país con mayor número de aficionados al maratón», descubre. Y es que la dura prueba parece casar a la perfección con el legendario carácter de la sociedad nipona, que demuestra crecer ante la adversidad, ya sea en forma de guerra, crisis o tsunami, basándose en el esfuerzo y la determinación colectiva. «La mentalidad de los japoneses ha cambiado desde el 11 de marzo», comparte Akira Shirai, responsable de marketing. Explica que las donaciones no eran comunes en una sociedad donde el dinero, por norma moral, ni se pide ni se regala a desconocidos, y ahora empiezan a verse como normales. Es por ello que la cita ha triplicado el número de esos 'charity runners' o participantes que, en un gesto simbólico, pues en verdad pagan más que otros corredores, donan su esfuerzo a la causa.

Uno de estos corredores con causa oficial será Rie Shato, secretaria en la Universidad de Waseda. La joven, de 28 años, procede de Sendai, la zona más afectada por el tsunami, que muestra ahora un paisaje devastado. Su pueblo, en la costa, desapareció del mapa tras el brutal golpe de mar. Se encontraba de vacaciones en Tailandia cuando supo de la noticia. No pudo contactar con su familia. Durante dos días, con sus dos noches, creyó haber perdido a sus padres y a sus dos hermanas. Se quedó en blanco. Sin habla. Hasta que pudieron dar con ella y supo que se habían salvado. «No he dejado de dar las gracias ni un solo día, pero no sabía a quién ni cómo soltar todo lo que tengo dentro. Cuando me enteré de los preparativos del maratón me apunté. No había corrido nunca. Ahora voy cada mañana. Y ese día correré como una loca», anuncia.