Editorial

Excesos en las redes sociales

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Dos políticos en activo se han extralimitado en las redes sociales y han sido destituidos por sus organizaciones. En Madrid, un alto cargo del Ayuntamiento dirigido por Ruiz-Gallardón, ha sido apartado por el alcalde de sus funciones por haber publicado en Twitter una ristra de graves despropósitos. Poco antes, en Baleares, la candidata suplente por el PP al Senado por Mallorca insertaba en Facebook un montaje fotográfico que resultaba vejatorio para una ministra y era obligada asimismo a dimitir. Diríase que el recurso a la comunicación virtual ofusca a algunos personajes públicos, que creen encontrarse en un espacio de impunidad. Cuando la realidad es que la reputación personal en las redes sociables, indisociable de la profesional -y de la política, por lo tanto-, es de una gran delicadeza, ya que el efecto multiplicador de tales conexiones en red agrava los errores y los consolida. De hecho, los políticos que se atreven a aproximarse al electorado por este medio deberían sopesar el riesgo de mostrarse tal cual son ante la conciencia crítica de los ciudadanos.