NADANDO CON CHOCOS

JUICIOS PROPIOS

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El hombre posee una visión de sí mismo tan certera como la noción que tiene un adolescente sobre los reyes godos. El juicio siempre es para los demás, no para uno mismo. En cuestión de juzgar, el humano es generoso: lo malo, para el otro. Los chicos de una supercompañía, banqueros, agentes de calificación, porteras cotillas despiadadas del corral de los mercados internacionales, las lumbreras que rebajan las calificaciones de nuestros países, aquellos que hicieron la vista gorda ante la quiebra de los bancos y ahora se dedican a flagelar pequeños estados mediterráneos, esos mierdas, sí, han perdido 428 millones de euros y no se han bajado la nota a ellos mismos. Ahora piense en lo que trabaja usted realmente antes de exigir su salario. ¿Da lo mejor que tiene y hace todo lo que puede? ¿Está realmente preparado? Vale también pensar en las veces que usted reclama educación a las gentes que pueblan las aceras y cuántas veces deja el coche en doble fila. En si respeta a la vecina mientras pide respeto en su corrala. En si se le llena la boca con lo mangantes que son los políticos y a la vez sisa lo que puede. En si exige servicios sociales, infraestructuras de transporte, columpios para sus hijos, calles limpias y un atentísimo agente en el mostrador en el Ayuntamiento mientras le roba a Hacienda un 33% de todo lo que gana para poder irse de vacaciones más tiempo, más lejos, para comprar un carro más grande. Vale plantearse si su casa es realmente tan pequeña, su curro tan chungo, si realmente son los demás los que tienen la culpa de todo lo que le pasa, si es un tipo tan fetén como cree o si el mierda, el chorizo, es usted mismo. De muchas de las cuentas saldrá un tipejo o tipeja que sabe muy bien a lo que tiene derecho, pero que tal vez no sepa lo que se merece.