MILENIO

NI SE INMUTA

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Informábamos días atrás, soslayadamente, de que Alfonso Guerra, número uno por las listas de Sevilla para la cita electoral del 20N, se había dejado ver fugazmente por la circunscripción sevillana en un acto electoral junto a sus números dos y tres, Soledad Cabezón y José Antonio Viera, respectivamente. Habló Guerra de esos alojamientos de notables políticos catalanes que se hospedan en el Palace de Madrid, aunque tuvo el buen gusto de no precisar cantidad alguna, mientras Susana Cabezón, número tres por Sevilla, reconoció que «nos hace falta sacar de nuevo el rojo pasión» para «combatir el abatimiento psicológico. Algo habremos hecho mal», sentenció. Naturalmente, como asintió en silencio José Antonio Viera, el número dos. Y como era de precepto, el presidente de la Junta, J.A. Griñán, intervino, igualmente, en plan lapidario: «el 20N es un día de dolor para la derecha y volverá a serlo». Una frase escasamente piadosa.

Poco piadosa, efectivamente. Los que no parecen inmutarse de puertas para fuera son los conservadores, o centro derecha, del PP. El líder Rajoy que se ha empapado últimamente de cierta epidermis del costumbrismo andaluz, pero sin rozar su idiosincrasia dentro de lo que cabe, templa gaitas en sus intervenciones públicas con salsa entusiasta. Y nadie le saca de su 'tiqui-taca', como escribiría un colega de la cosa pelotera que tanta gloria le viene dando al marqués de Del Bosque.

¿Y qué podemos propagar del líder Arenas ante tanto entusiasmo que le desborda? Es que el líder tiene su sensibilidad y es muy sentido, pero, por lo general, sabe reprimir su caldera interior mientras compone un mohín entre el voluntarismo y el entusiasmo. En cualquier caso, Arenas es un personaje generoso que goza con brindarle a personas que estima determinados cargos públicos, ¿quién si no, tal como están las cosas? Si todos los cargos públicos fueran como él, seguro que las insoportables y abultadas listas de desempleados nacionales se verían notablemente reducidas. Un dato: jamás ha tenido una palabra más alta que otra con un compañero de partido. Lo percibió el recordado Aznar, quien aparece ahora con profusión por la televisión del Estado. Un dato revelador: Aznar, estos días, no camina, levita.