Editorial

Negros augurios

Las malas previsiones del FMI deben provocar un esfuerzo que rompa el fatalismo de unos cálculos siempre cambiantes

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El FMI ha vuelto a anunciar un ennegrecimiento de las previsiones de crecimiento económico. A pesar de los ímprobos esfuerzos occidentales, la recuperación económica se debilita. Ningún país desarrollado, salvo Japón, crecerá más del 2% en 2011 y, pese al empuje de los países emergentes, el crecimiento mundial será, tanto en 2011 como en 2012, del 4%, cuando en 2010 superó el 5%. Tras esta última revisión a la baja, el crecimiento de la UE será sólo del 1,1%, menos todavía que este año (1,3%). Y en lo tocante a España, aunque mantiene el pronóstico de este año (0,8%), reduce el del próximo al 1,1% cuando el Gobierno mantiene que este año creceremos el 1,3% y el que viene el 2,3%. Es poco útil detenerse en las causas de este empeoramiento, que sin duda han de buscarse en el colosal esfuerzo para reducir el déficit mediante políticas de austeridad que contraen la demanda. Más útil debería resultar planear políticas para remontar la pendiente, y en esto el FMI es poco expresivo: propone un inestable equilibrio entre el recorte de gasto público y estímulos al crecimiento donde sea posible; lanza una nueva solicitud a China para que facilite el consumo interno; reitera la recomendación al BCE para que baje los tipos de interés e insiste en la conveniencia de proceder a la recapitalización de algunos bancos europeos. Estos pronósticos cambiantes, que parecen responder a una ignota fatalidad sin dejar sitio a la política, no son un sino del que no podamos escapar. Este país se encamina a un cambio de ciclo político y tiene derecho a confiar en que ha de ser posible que el esfuerzo de todos rinda frutos a más corto plazo que los que auguran las instituciones económicas, tan acostumbradas por otra parte a equivocarse. Para bien o para mal, la política mantiene cierto dominio sobre la economía, y la psicología colectiva, alentada por nuevas ilusiones, ha de ser capaz de romper estos siniestros círculos viciosos y de sacar antes de lo previsto al país de este atolladero. Se cumplan o no los pronósticos de una victoria electoral de Rajoy, el futuro Gobierno tendrá una tarea muy ardua ante sí, pero tenemos derecho a pensar que será fecunda si nos empeñamos en ello.