1
Sociedad

Una vigilia mirando al cielo

El inmenso calor y una violenta tormenta marcan el acto más masivo de la JMJ

MADRID. Actualizado: Guardar
Enviar noticia por correo electrónico

Banderas, tiendas de campaña, esterillas y mochilas. Calor, lipotimias, coches de bomberos, relámpagos y lluvia. Cánticos, bailes, música por decenas de altavoces, pantallas gigantes y un millón de jóvenes católicos. Todo eso fue Cuatro Vientos en el día más multitudinario de las Jornadas Mundiales de la Juventud.

Una vigilia antes de la misa del domingo que en realidad empezó desde primera hora de ayer sábado, cuando los miles de peregrinos emprendieron el camino hacía el aeródromo de Cuatro Vientos, que se convirtió en una gran explanada del tamaño de 48 campos de fútbol. El impresionante calor, que por momentos alcanzó los 40 grados, fue el principal enemigo de los peregrinos. La organización tenía preparados ocho puntos fijos de Samur, que atendieron a casi 900 personas, la mayoría por mareos y lipotimias. Los ocho camiones de bomberos repartidos por el terreno eran los objetos más perseguidos. Una multitud les rodeaba para empaparse en el agua que lanzaban.

Otro de los lugares en los que se formaban largas filas eran los baños. Aunque la organización recomendó a los jóvenes llevar su propia comida, había dispuestos 14 bares y cinco puestos de alimentación, donde los jóvenes podían cambiar sus tickets por alimentos.

El ambiente era de absoluta festividad. Mientras los peregrinos llegaban en un continuo goteo, las horas hasta la espera del papa fueron amenizadas en todo momento por canciones y música que los jóvenes no dudaban en bailar. Las banderas de multitud de países ondeaban al aire. Sin embargo, el cansancio de cinco duras jornadas hizo mella en alguno de los peregrinos, que prefirieron guardar fuerzas para la noche y dormir durante todo el día.

Y es que el verdadero motivo del evento era la vigila. Para ello se habilitaron 30 capillas para que los fieles acudieran a rezar. Los creyentes acudieron bien pertrechados con sus tiendas de campaña, sacos de dormir y esterillas.

Benedicto XVI llegó entre los apasionados aplausos y cánticos de los asistentes, entre los que destacan los dos míticos que ya se han convertido en un lema de esta JMJ: «Esta es la juventud del papa», «Se nota, se siente, el papa está presente». El pontífice fue recibido por los príncipes de Asturias.

Después comenzó una pequeña procesión en el que diez jóvenes de la JMJ portaron la cruz de la Juventud, otros cuatro el icono de la Virgen y los últimos el Evangelio. La música fue interpretada por el Orfeón Donostiarra y el coro de la JMJ, que iniciaron los acordes en el momento que se desató una formidable tromba de agua. El fortísimo viento llegó a desplazar varias sillas. Sin embargo, Benedicto aguantó bajo la protección de un paraguas mientras los jóvenes gritaban, chillaban e intentaban protegerse en sus tiendas. Los bomberos tuvieron que encaramarse a la estructura que cubría el altar principal para desmontar las telas que revestían los andamios ante el riesgo de que el viento diera con toda la estructura en el suelo. Cuando la tormenta cesó, el pontífice se dirigió a los fieles que le aclamaron y volvieron a corear su nombre. La vigilia continuó.