Chicuelina de David Mora, el único que tocó pelo ayer. :: EFE
Sociedad

Caro debut de David Mora

El diestro de Móstoles se confirma como la novedad y la gran sorpresa de la temporada y Padilla se marcha de vacío José Escolar presenta un corrida brava, buena y astifina en el coso de Illumbe

SAN SEBASTIÁN. Actualizado: Guardar
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La corrida, postre torista de una Semana Grande donde en puntas sólo se habían visto toros de estirpe Domecq, no empezó a vivirse como tal corrida torista hasta que no entró en acción David Mora, que era, como en tantas otras plazas, nuevo. Nuevo en Illumbe. Caro debut. No se hizo esperar David: en el saludo mismo, ocho limpios lances en trenza: verónicas de suerte cargada, vuelo mecido para adentro, los brazos sueltos, los brazos bien descolgados. Y media de remate soltando el toro sin violencia.

Lo que no todo el mundo se esperaba en San Sebastián era encontrarse con un torero nuevo tan capaz. Desconocido para la mayoría, y nuevo, sí, pero `tan puesto ! Tanta seguridad, tanta facilidad, tan claras las ideas, tan buen gobierno. Tanta pureza, tanto compás. Sin trampa ni cartón. Ni teatrerías ni cambios de tramoya. Puro y por derecho: una tanda soberbia de toreo de horma y encaje para en un palmo abrir -trincheras, ayudados por las dos manos, genuflexa la postura- y, sin pausa, un cite a la distancia, casi de raya a raya, para tenerse con el toro en la diestra, ligarle cuatro y el de pecho. Tanda redonda. Y enseguida, otra igual y hasta mejor: empapado el toro, ajuste impecable; y una tercera de calado idéntico.

Cuando más caliente estaba en desnudo el negocio, el palco tomó la fastidiosa decisión de hacer tocar a los músicos. Una ordinariez: la música de Illumbe es buena, pero, a capota cerrada, resuena verbenera y no procede, No es la banda de Sevilla. Pese a la interferencia tan inoportuna de la música invasora, la faena no sólo se mantuvo sino que creció en dimensión. Dos tandas con la izquierda de hasta cinco y el de broche. Fluido el ritmo. Y a favor del toro, como se dice. El ambiente estaba volcadísimo. En la suerte natural, Mora atacó con la espada sin tener al toro ni igualado ni fijo en el engaño. Media estocada trasera y defectuosa.

No se descubrió el toro y hasta el tercer intento con el descabello no consiguió hacerlo rodar David. Vuelta al ruedo clamorosa. La de más fuerza de toda la semana. Y vuelta para el toro, merecida pero no demandada.

Así que fue llegar y besar David el santo. Sólo que el santo, por serio, se las traía. Y el sexto de la corrida, todavía más.

Pues, largo y alto, hocico de rata, muy astifino, escarbador, no se dio por las buenas ni de pronto. David lo toreó con verdad de capa.

Protestó el toro y llegó a desarmarlo, porque tiraba sus derrotes, tendía a rematar arriba. Hay un banderillero estupendo -El Puchi, de Borox- que va con David y lidió a ese toro con maestría. No es que lo dejara de seda, pero como si lo hiciera descolgar con cinco capotazos nada más. Era toro de cuello contraído y embistió por eso en dos tiempos más de una vez. Entre tantos méritos de esta segunda faena tan notable, tal vez el mayor fuera el aguante en esos breves instantes de renuncia del toro, que se frenaba.

Antes de la faena redonda de Mora, se vieron dos toros de serias hechuras y condición distinta. Padilla toreó al primero a voz en grito, como si la voz fuera el engaño. Bolívar, suave con el capote, anduvo muy entonado con el segundo, que fue de los buenos.

Pero fue faena de más a menos -con la izquierda no se centró el torero de Cali- y se rescató la cosa con una gran estocada. Padilla salió a comerse el cuarto crudo o frito. Como fuera. Dos largas cambiadas de rodillas, tres pares de banderillas, la plaza llena con su presencia. Pero el toro, de corto viaje, se acostaba por falta de fuerzas. Tuvo nobleza, y hasta por arriba se dejó pegar tres seguidos a mitad de faena. Padilla llegó a caerse de espaldas e inerme en la cara del toro después de ligar un farol con el de pecho. No hizo por él el toro. Una estocada delantera en los medios. David Mora quitó a la verónica en su turno del quinto.

Bolívar replicó por discretas chicuelinas. Faena, la segunda de Bolívar, de acompañar más que conducir, al aire del toro, tan bondadoso.

Más segura con la mano derecha; apenas acoplada con la otra. Precisos los toques, de torero toreado. Pero dio para más el toro. Una estocada.