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Gwyneth y los pimientos del piquillo

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Ya lo dijo James Bond: Nunca digas nunca. Gwyneth Paltrow lo hizo. Y ahora se ve obligada a rectificar. Juró en plan Scarlett O'Hara que jamás recurriría a la cirugía estética. Pero la vida da muchas vueltas, sobre todo la de una estrella de Hollywood. Una termina mareada y ya no se acuerda muy bien de lo que dijo. Ahora Gwyneth abandona su militancia en la liga de 'La Arruga es Bella', se da de baja del cada vez más reducido club de las 'Antes Muertas que Operadas' y donde dijo digo dice botox o, mejor dicho, silicona. Su primera incursión en el quirófano va a ser para someterse a un aumento de pecho. «Quiero recuperar su forma y tamaño original», ha declarado la actriz, lo cual me lleva a pensar que Gwyneth podría ser víctima del mismo síndrome que una amiga mía. Después de tener a sus hijos, mi amiga, que era muy gráfica, solía decir que los pechos se le habían quedado «como dos pimientos del piquillo». Conozco a muy pocas mujeres que estén de acuerdo con su talla de sujetador. Yo misma pertenezco al club del 'Ojalá Tuviera Menos'. Esto un hombre es incapaz de entenderlo. La mayoría milita en la liga del 'Cuanto Más Grandes Mejor'. Y creen que a nosotras nos pasa lo mismo. Un hombre ve que has engordado un poco (sí, las chicas también engordamos de ahí) y en seguida te suelta mirándote fijamente al escote: «Te has operado ¿verdad?» Otra amiga mía, igual de gráfica y resuelta que la anterior (solo que con un busto más prominente), harta de que, tras haber engordado unos kilitos, sus colegas masculinos creyeran que había pasado por el quirófano decidió defenderse del bulo y cuando uno de los más impertinentes le fue a preguntar: «Oye, tú te has puesto tet...» Le atajó con un: «Sí, pero no me las he puesto yo. Se me han puesto ellas solitas».

Lo que les ocurre a muchos tíos es que piensan con mentalidad futbolística. Si al entrenador de un club no le gusta su delantera, directamente la cambia. Si le parece debilitada, la refuerza. Hay mujeres que también razonan así, como ahora Gwyneth Paltrow. Existen incluso casos extremos como el de Larissa Riquelme, esa hincha (e hinchada) paraguaya con dos balones de reglamento en el escote. Pero no todas somos iguales. Salma Hayek, por ejemplo, se declara decepcionada con su propia delantera, pero dudo que desee aumentarla. A los 44 años, la actriz opina que sus pechos «ya no lucen como antaño». Es lo que tiene dejar el cuerpo en manos de la implacable ley de la gravedad. En el caso que nos ocupa (los pechos), la única forma de infringir esa ley, pasados los 40, es ponerse un par de prótesis como dos medias cáscaras de coco. Pero después de ver el resultado en Carmen Martínez Bordiú (sus implantes parecen tener ideas propias), casi que me inclino por la opción de los pimientos del piquillo.