Sociedad

Jerez, bastión del otro rey Arturo

En la carta no hay ni un plato de carne, nada; solo ensalada, marisco y pescado, frito o a la plancha El Bar de Arturo Ojeda se ha convertido en un local de referencia del pescaíto

CÁDIZ. Actualizado: Guardar
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Tenía 17 años. Su padre decidió que para hacer de aquel muchacho un hombre de provecho lo mejor era ponerle al frente de un pequeño tabanco de vinos en la calle Guita, en el barrio de Picadueña Baja, y para allá fue Arturo.

Su padre, Antonio Ojeda, el torero como le decían en el trabajo, le había conseguido unos toneles de la firma Domecq para la que trabajaba y así comenzó la historia en la hostelería de Arturo Ojeda, 67 años, jerezano y todo un sabio en pescados y mariscos con los que lleva ya trabajando muchos años.

El Bar Arturo, al que se accede por una calle trasera al hotel Quitagolpe, situado en la circunvalación de Jerez, se ha convertido en un sitio de referencia en la provincia de Cádiz para los que quieran comer buen pescado y buen marisco. Nada de lujos, un pequeño salón alicatado hasta la mitad y decorado con cuadros de toros, manteles de papel, y, eso sí, servicio atento y rápido. Arturo, cuando se le dice como es posible eso, que en Jerez esté uno de los mejores sitios de pescado de la provincia, sonríe de forma socarrona.

El buen humor es una de sus características. Bromea y continuamente cita a las personas que le ayudan en el negocio. Tiene especial predilección por José Campos 'El patata', su camarero, con el que lleva ya siete años. No cabe duda de que el camarero es todo un virtuoso capaz de atender él solo la docena de mesas que hay en el local y que ahora, en verano, están abarrotadas.

El bar de sus hijas

El Bar Arturo ha crecido. Sus dos hijas, Manuela y Noelia (36 y 34 años respectivamente) han abierto una freiduría a escasos metros del bar del padre. La oferta, idéntica a la de la casa madre, buen pescado y buen marisco. Lo único que no tienen es plancha, porque el establecimiento es muy pequeño. Arturo, en tono de broma, dice que ha hecho lo mismo que hizo su padre con él, ponerle un bar a las hijas.

Para Arturo los primeros años no fueron nada fáciles. La idea de su padre, un pequeño tabanco de vinos, no funcionaba. Los parroquianos iban al establecimientos a jugar a las cartas y al dominó y se 'fiaban' las copas. El resultado era que el cuaderno de apuntes del Bar Arturo no paraba de crecer, a Arturo, cada vez le debían más dinero sus clientes. Le tocó la mili en la Aviación. Se fue voluntario. Cuando podía y le dejaban las guardias atendía el bar, pero cuando volvió de la mili, tomó la decisión. Se acabó el juego, y se acabó lo de fiar. Rompió el cuaderno donde se apuntaban las deudas de los clientes y a partir de ese momento todo el mundo pagaría al contado. Su padre no comprendía muy bien aquella decisión de su hijo pero el joven tenía claro que aquel negocio tenía que cambiar. Más tarde compró una freidora y empezó a freír pescado.

Productos de la provincia

Lo cierto es que poco a poco la freidora de Arturo va triunfando. Sus boquerones, sus choquitos y sus coquinas al vapor comienzan a ganar adeptos. Recuerda que las coquinas las hacía con el vapor que soltaba la máquina de café que echaba sobre un recipiente en el que estaba el marisco.

Con los años, el local se ha convertido en un sitio de referencia. La gente viene incluso desde fuera de Cádiz a probar el pescado y el marisco de Arturo. En la pared cuelga un comentario del actual crítico gastronómico de la Cadena Ser, Ignacio Medina, donde elogia el punto de su pescado frito y hace mención a uno de sus platos estrella, los tomates aliñados. Arturo dice que puede gastar en un día 30 kilos. No faltan en ninguna mesa y son el colmo de la sencillez: Buenos tomates que le traen de Conil, aliñados con aceite, vinagre de Jerez, sal y un poquito de ajo, nada más. Arturo señala que ahora, con los invernaderos, los tomates «los tenemos todo el año y siempre los tengo buenos».