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Fuera tutorías

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Si tomamos como referente el sistema educativo que da muestras de querer implantar en la Comunidad de Madrid su presidenta la señora Aguirre, tenemos ya elementos suficientes para trazar el retrato robot de la educación que el Partido Popular quiere para España. Las medidas propuestas o aplicadas por la señora Aguirre son de sobra conocidas: tarima, selección natural, separación de sexos, excelencia mediocre, y, ahora, la eliminación de uno de los valores fundamentales de la acción educativa: la tutoría. Dedicar un tiempo al tratamiento personalizado del alumnado, incluyendo la atención a aspectos de su personalidad o problemática vital no necesariamente relacionados con el currículo académico, intentando así suavizar las aristas que el sistema educativo, como toda organización, inevitablemente tiene, parece ser un lujo innecesario para la educación añorada por los populares.

En realidad ello es una muestra más del carácter regresivo y segregador de las concepciones educativas que anidan en el ideario de la derecha española. Ideario que a menudo roza el esperpento por su anacronismo y por la insistencia en pretendidas soluciones que ya la realidad se ha encargado de mostrar como inservibles para la construcción de una sociedad más justa, más igualitaria, menos insolidaria y menos hostil para el ser humano. Claro que esta no es la sociedad a la que aspira el Partido Popular, empeñado en el mantenimiento y consolidación de su 0imperativo genético0: la demofobia, es decir, el rechazo a todo lo que huela a popular, a igualdad y a comunitarismo.

¿Por qué desde las filas conservadoras se habla de excelencia cuando en realidad se quiere decir elitismo? Porque la excelencia a la que se refiere la señora Aguirre es la excelencia mediocre que constituye el núcleo de la ideología tecnocrática neoliberal, en la que priman los valores de una democracia sin ciudadanos y sin política, pastoreada por unas élites adoctrinadas para favorecer y potenciar eso que viene llamándose 0emprendeduría0. La competitividad como valor supremo y el business como razón última de la vida humana, son las metas del modelo educativo que asoma su pata por debajo de la puerta. Si finalmente la sociedad tuviera que someterse a semejante modelo, el futuro consistirá en la repetición de los viejos errores de un liberalismo caduco que insiste en hacer hegemónica su mediocre filosofía de vida.