SOMOS DOSCIENTOS MIL

ALGO ESTAMOS HACIENDO MAL

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Aún cuando algunos fieles lectores me acusan de haber perdido el sentido irónico que impregnaba mis primitivas columnas, no tengo más remedio que seguir en la línea de seriedad mostrada en estos últimos comentarios ante la realidad que vive nuestro país. De hecho, hoy nace esta columna como reacción a las declaraciones, esta misma semana, del delegado provincial de la Consejería de Empleo, don Juan Bouza, a raíz del cierre de la multinacional Visteon; declaraciones que pueden consultar en la magnífica hemeroteca que LA VOZ posee a través de internet.

Me quedo con el lacónico titular por el que el señor Bouza reflexionaba en el sentido de que «hay que repensar muchas cosas, algo estaremos haciendo todos mal», pues por una vez, sin que sirva de precedente, doy la razón al delegado, aunque solo lo sea por el hecho de entonar un 'mea culpa' que, extrañamente, comparte con todos nosotros.

Es evidente que algo se hace mal. No en vano los últimos datos sobre población activa nos acercan despiadadamente a los cinco millones de desempleados, con una tasa que roza el 22%. Algo que es problema endémico de España, máxime si tenemos en cuenta que nuestros socios comunitarios, en plena crisis, no alcanzan el 10% de paro. Incluso la misma Grecia, al borde de la quiebra técnica, tiene unas cifras de paro varios puntos porcentuales por debajo de la nuestra.

No obstante, regresando al titular que les comentaba, bueno será que cada palo vaya aguantando su vela y cada quien sepa hasta donde llega su responsabilidad. De hecho, el pasado jueves 3.500 empresarios andaluces se reunieron en Sevilla (cita histórica) para reclamar un cambio de rumbo a nuestra economía. Un asistente me cuenta que un catedrático de la Universidad Pablo de Olavide, explicó con claridad meridiana hacia dónde debe caminar este país. Entre sus propuestas, figuraban el apoyo al empresariado y la bajada de impuestos, como únicos métodos fiables que permitan crear empleo y reactivar el consumo. Medidas que son justamente contrarias a las puestas en marcha por nuestros dirigentes.

Pero, personalizando culpas, es evidente que de entrada lo hace muy mal la propia Junta de Andalucía empeñada en otorgar subvenciones millonarias como único medio para atraer empresas a la Bahía de Cádiz, muchas de las cuales llegan guiadas con el único afán de dar el pelotazo. Se les regala el suelo; se les condonan impuestos; se les subvencionan contratos; se les entregan cantidades astronómicas y, a la postre, un buen día desaparecen (todos tenemos en mente a Delphi), quedándonos los ciudadanos con una cara de bobo impresionante al comprobar que nadie controla nada y que nadie se encarga de hacer cumplir aquellos acuerdos en su día adoptados.

Pero no solo lo hace mal la Administración, también los sindicatos tienen gran parte de culpa, pues aunque su papel fundamental sea defender los derechos de los trabajadores, deben tener la necesaria amplitud de miras como para, ante situaciones críticas, equilibrar tales derechos con los innegables intereses económicos del empresariado. No es serio que nuestros convenios sigan ligados al IPC, que sube y sube, mientras las cuentas anuales de las empresas bajan y bajan.

También lo hacen mal muchos empresarios, empecinados en ganar dinero, incluso a costa de la salud de sus trabajadores. Preguntémonos por qué algunas empresas extranjeras (ejemplo Google) tienen plantillas encantadas de ir a trabajar. Tan simple como que sus empleados se sienten parte integrante de la propia empresa.

Y, por no dejar ningún palo suelto, también lo hacemos mal los propios trabajadores pues con la actitud de muchos, las empresas terminan por buscar otros lugares donde resulte más rentable producir. No son serias las bajas tasas de productividad que ofrecen ciertas empresas, unido a datos ciertamente escandalosos de absentismo laboral. Me comentaba un buen amigo, exempleado de Delphi, que en determinadas fechas (carnaval o feria) las bajas por enfermedades de difícil diagnóstico, tales como dolores subjetivos, esguinces inexplicables o depresiones difícilmente diagnosticables, diezmaban el plantel.

Anoto la reflexión final del señor Bouza: «El empleo lo crean los empresarios, las administraciones tenemos que crear las condiciones favorables para que se instalen empresas». Ello es aún más cierto viendo la que tenemos encima. No solo hacen falta empresarios valientes o administraciones atractivas, sino también sindicatos comprensivos y trabajadores con muchas más ganas de trabajar.