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En el Tour de Galibier

La carrera rinde homenaje al coloso alpino, escalado por primera vez hace cien años

LES HERBIERS. Actualizado: Guardar
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El Galibier es el monte del silencio. Los hombres se quedaron a vivir debajo, en Valloire. La cima fue siempre cosa de contrabandistas, tipos nocturnos y furtivos cargados de sal. Los que hasta allá subían solo tenía boca para jadear por el esfuerzo. Hasta que el 10 de julio de 1911, el Galibier se fija en una hormiga que avanza por un camino de tierra. Nunca había visto algo así: un ciclista, con el tubular en bandolera, con restos de comida y mocos sobre el bigote, con piel de barro y girando los pies encima de dos ruedas.

Emile Georget, que así se llama el alpinista rondante, se acerca lento, estibando el cuerpo en cada pedalada. La cima le aguarda a más de 2.500 metros. Los escala uno a uno. Y al llegar arriba se para, mira a la cara del Galibier, se gira hacia la docena de personas que, atónitas, asisten a la hazaña y rompe el silencio de la montaña: «¡Ahí os queda eso!». Ha tardado dos horas y 38 minutos en sudar los 34 kilómetros desde Saint Jean de Maurienne, el tiempo que duró el bautizo ciclista del Galibier. Su descubrimiento. «Es como si la naturaleza hubiera hecho el Galibier para el Tour», dijo entonces Henri Desgranges, patrón de la ronda. La edición que arrancará el sábado en Gois rendirá tributo al centenario de la unión de ese colono alpino con la Grande Boucle.

Georget lo domó sin echar pie a tierra. Fue el único. Otros alcanzaron la cima descalzos, con las zapatillas rotas de tanto andar sobre piedras. Eso dicen las crónicas. Aunque, en realidad, Georget se detuvo dos veces: una, para que le pusieran un sello en la muñeca en un control de los jueces que vigilaban la carrera para evitar atajos; y otra, cuando en plena subida vio un riachuelo y se tiró de lleno. Sediento.

Sin saberlo, aquellas dos horas largas que se dejó en el combate con el Galibier iban a ser leyenda. La primera. Cien años atrás. Aquella etapa, de 366 kilómetros entre Chamonix y Grenoble, descubrió el nuevo mundo ciclista: los Alpes. «Nuestros hombres han podido elevarse hoy a la altura a la que no llegan las águilas», escribió Desgranges, que plasmó así el tramo final de la ascensión: «Las nieves comenzaban a rodearnos por todas partes. Algunos edelweiss, última resistencia de la naturaleza. Luego, desprendimientos, el caos de las piedras caídas de las cimas. Nuestra ruta se abre apenas entre las murallas de nieve, carretera descarnada, llena de baches desde la base. Arriba hace un frío de patos. Y cuando pasa Georget, tras haber puesto su pie de vencedor sobre la cabeza del monstruo, nos dice: «¡Ahí os queda eso!». Un siglo después, aún resuena esa voz.

Desde entonces, el Galibier es el Tour. Hermanos. Tantas historias juntos. Como la de Christophe en 1922, que partió su bicicleta y tuvo que tirar a pie hasta Valloire para perdirle prestada la suya al cura del pueblo. Como los vuelos del vizcaíno Federico Ezquerra, primero allí en 1934 y también en 1936. 'El Águila del Galibier', le llamaron. Alado. Otro vizcaíno, Cepeda, se mató en esa montaña justo en medio de los dos éxitos de Ezquerra, en 1935. Cepeda llevaba, como muchos, unas llantas nuevas de duraluminio. Un material a prueba. Falló. Se deshacía con el calor de las frenadas y eso provocaba, a veces, que se desprendiera el tubular. Algo así pasó. La rueda delantera del ciclista vizcaíno quedó bloqueada en el descenso y Cepeda salió por los aires. Cabeza en sangre. Murió seis días después en el hospital de Briançon. Del Galibier es, pues, el primer muerto del Tour.

Y mil historias más. La de Charly Gaul en 1955, cuando coronó la cima con un cuarto de hora de ventaja. La de Bahamontes, cómo no, en 1964. O la de Julio Jiménez dos años después, cuando dejó fuera de control a 31 rivales... El Galibier los ha visto a todos. Acogió a Bartali en 1937, en su primer día de amarillo, y también le vio caer mucho tiempo después, en 1952, ante Coppi. O una más moderna, la de Jan Ullrich en 1998. Invadido por el frío, hinchado, tiritando, perdió allí la edición que iba a ganar Pantani.