Editorial

Respiro momentáneo

Grecia seguirá siendo un polvorín mientras no tengan éxito las reformas emprendidas

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En el ultimo segundo posible, el Parlamento griego aprobó ayer por pocos votos las medidas de liberalización, las privatizaciones y los recortes de gasto público que exigían la Unión Europea y el Fondo Monetario para volver a financiar la deuda del país heleno, una vez que el primer rescate no ha funcionado. En medio de una huelga general y de manifestaciones duramente reprimidas, el Parlamento votó escindido en dos grandes bloques, izquierda y derecha, y no ofreció la unidad nacional que reclamaban casi como condición previa los socios europeos. Fue decisivo el temor de los diputados griegos a revueltas sociales peores si no se cumplían los requisitos para lograr la asistencia financiera e influyó de forma positiva en su ánimo el plan anunciado por Nicolas Sarkozy para refinanciar hasta 30 años la deuda griega que tienen los bancos franceses, una medida que puede ser imitada por Alemania y otros países. La reacción de los mercados no se hizo esperar, las bolsas subieron y el diferencial de la prima de riesgo de los países periféricos europeos con Alemania disminuyó rápidamente. Sin embargo, solo se ha evitado una vez más la caída en el precipicio de la Unión. Los problemas de fondo del euro siguen ahí. La UE debe dotarse cuanto antes de los instrumentos de política fiscal común que faltan en la arquitectura de la moneda única. Los Estados más despilfarradores de la eurozona, entre los que se encuentra España, han de proseguir la cada vez más ardua tarea de reducir el déficit, lo que en tiempos de crisis puede equivaler a una receta para perder las elecciones. Pero no hay alternativa. Por otro lado, el gran desafío de casi todos los países europeos es crecer para poder pagar la deuda y no solo refinanciarla y aplazarla, con o sin ayuda de organismos internacionales, lo que exige reformas económicas de calado y liderazgo político. El alivio que ha producido el sí griego al paquete de medidas urgentes solo da un respiro momentáneo a la Unión y a sus Estados miembros. Grecia seguirá siendo un polvorín y su capacidad de contagio al resto permanecerá mientras no tengan éxito las reformas emprendidas.