PAN Y CIRCO

EL LOBO Y CAPERUCITA

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Mientras Quique Pina, feroz negociante disfrazado de mesías, y Antonio Muñoz, el dirigente más nefasto en la historia cadista, intentan llegar a un acuerdo para que el club no se vaya al garete, nos encontramos a quienes no viven en esta ciudad sino en una galaxia muy lejana y con unas propuestas que son como para echarse a temblar. Por una parte está la alcaldesa, que parece no darse cuenta que, de seguir por este camino, al Cádiz le quedan dos telediarios y entonces a ver qué cartel se le ocurre a su ayuntamiento para un Trofeo Carranza que en las actuales circunstancias tiene menos interés que la final de copa de Nueva Guinea Papua. No se trata de que las arcas municipales vengan a sofocar una situación insostenible, pero bien harían los gestores públicos en ponerse las pilas para que el estadio no acabe siendo el mayor museo del mundo dedicado a un club de Segunda B. Y la mejor forma que tiene esta administración de demostrar su cadismo no es ponerse la camiseta amarilla cuando le ponen una cámara por delante. Son gestos de cara a la galería e innecesarios porque lo que de verdad hace falta es leerle la cartilla al señor Muñoz; decirle a la cara que se vaya, teniendo la decencia de no hacerlo con los bolsillos a reventar y sí dejando las bases para que este Cádiz tenga viabilidad aunque el silencio de los administradores concursales invite a temernos lo peor. Tampoco es de lo más edificante que todavía haya quien en sus últimos días de mandato presidencial aproveche un micrófono por delante para vender ascensos a Segunda A que -precisamente ahora- es lo último que viene al caso, salvo que la audiencia esté formada por una piara de lelos.

Al fin y al cabo, hace tiempo que algunos tildados de pesimistas advirtieron que venía el lobo. Pues de tanto decirlo ya está aquí y a ver qué puñetas se le ocurre ahora a caperucita.