Opinion

La excelencia

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La actual situación de la ESO provoca multitud de intentos reparadores, entre los que destaca alguno que, por su originalidad, merece consideración. El de la creación de aulas de excelencia no acaba de atinar, pues se sustenta en un término que ha de dar por supuesto un recorrido previo que tiene que superar inevitablemente los siguientes otros niveles: La excelencia en un sistema educativo no la lleva intrínseca el alumnado, ni mucho menos es concedible por un político. El sobresaliente se ha convertido en la nota que se suele dar 'por excelencia' al que destaca sobre los aprobados. Lo único notable es el fracaso de este sistema. Son 7 únicamente los alumnos de cada IES que acaparan el 99% del esfuerzo educativo que realiza el país entero. Lo único que funciona bien es el continuo y kafkiano aumento de carga burocrática. El ansiado 'aprobado' ha perdido su milenario valor de recompensa a un esfuerzo desde el fatídico día en que fue sustituido por 'promociona'. Los IES son manejados por la Inspección, el equipo directivo, el Consejo Escolar y la AMPA. Sólo debería existir un fin: que cada criatura obtenga lo necesario para defenderse en la vida. Por último, el profesorado solo necesita que lo dejen hablar.