Sociedad

El 'making of' de los Oscar

Pronto sabremos a quiénes van, pero está claro de dónde vienen: doce especialistas de una empresa de Chicago dedican mes y medio a fabricar las estatuillas

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En la fábrica R.S. Owens de Chicago, cuyo lema es «la elegancia en trofeos y obsequios», se puede adquirir una variedad muy notable de figuras conmemorativas. Una bonita placa de empleado del mes, con acabado en nogal, sale por 38,70 dólares. Una mazorca de maíz dorada sobre peana de mármol, pensada para ferias agrícolas, cuesta 40. Y también tienen en oferta un interesante surtido de pisapapeles grabados, como uno en forma de iceberg de cristal, a 115 dólares. Pero los productos más importantes de la empresa, los que más revuelo levantan en torno a esta factoría de 175 trabajadores y 7.000 metros cuadrados, ni siquiera aparecen en su vasto catálogo de 152 páginas. Porque allí se fabrican los Emmy, los premios de la MTV, los galardones de Miss America y, sobre todo, los Oscar, esos inexpresivos espadachines que mañana llenarán de felicidad medio centenar de corazones y hundirán unos cuantos más en la decepción y la envidia.

El contrato con la Academia, que arrancó en 1982, ha dado una exposición pública inusitada a este negocio de comienzos muy humildes. El Siegel que da nombre a la empresa, fallecido en 2001, era a finales de los años 30 un muchacho espabilado que trabajaba en el comercio de su padre, dedicado a suministros para avicultores. El primer avance hacia su futura vocación se produjo cuando le encargaron adquirir unos trofeos para una feria del condado: los compró por doce dólares y los vendió por veinte, lo que le dejó unas ganancias equivalentes al salario de dos semanas. En vista de que ahí había negocio, se convirtió en distribuidor de trofeos, pero decidió dar el salto a la producción cuando unos criadores de conejillos de indias le pidieron figuras de cobaya para un concurso, ya que estaban hartos de premiar a los mejores del sector con la estatuilla de un conejo.

La elaboración de los Oscar se ajusta a una rutina invariable, que arranca a comienzos de enero y mantiene ocupados durante mes y medio a doce obreros especializados, muchos de ellos hispanos. En las primeras ediciones, las figuras eran de bronce macizo bañado en oro, e incluso hubo un paréntesis de estrecheces, durante la Segunda Guerra Mundial, en el que se fabricaron de escayola (más tarde, los ganadores de aquellos Oscar austeros, como Ingrid Bergman, pudieron cambiarlos por su equivalente metálico). Hoy en día, están hechos de una aleación de estaño y antimonio que después se lija, se pule y se somete a cuatro chapados electrolíticos, de cobre, níquel, plata y oro de 24 quilates, para rematar el proceso con el lacado final y el montaje sobre el pedestal. El amigo Oscar mide algo más de 34 centímetros, ronda los ocho kilos y cuesta... ¿cuánto cuesta? El precio que cobra R.S. Owens se mantenía más o menos en secreto hasta que, en la edición del año 2000, el cargamento entero fue robado antes de la ceremonia. El importe del botín -que se recuperó casi por completo, con la excepción de dos estatuillas- se estimó en unos 18.000 dólares, 327 por cada figura, aunque el incremento del precio del oro ha elevado posteriormente ese precio por encima de los 500 dólares, unos 360 euros.

Casas de empeños

Ese es el precio de fábrica, claro. Una vez celebrada la ceremonia, cuando el trofeo se completa con la placa que lleva grabado el nombre del ganador, su valor resulta difícil de estimar. Corren anécdotas de estrellas en apuros que han llevado sus estatuillas a las casas de empeños de Beverly Hills, pero el propósito de calcular el precio de un Oscar obliga a prestar atención a dos historias relevantes. Una está protagonizada por Michael Jackson, que compró por millón y medio de dólares en una subasta el trofeo a la mejor película de 'Lo que el viento se llevó'. La otra, más cutre, tiene que ver con las herederas de Mary Pickford, la 'novia de América', que hace unos años intentaron convertir en 'cash' los dos Oscar de la actriz. En sus pretensiones se cruzó la Academia, que desde 1951 obliga a los premiados a firmar un acuerdo por el que se reserva el derecho a recuperar cualquier Oscar no deseado a cambio de diez rácanos dólares, que más tarde se redujeron a uno. Como Mary Pickford recibió una estatuilla a toda su carrera en 1976 y rubricó el compromiso, el juez prohibió a sus descendientes subastar las figuras.

Los Oscar, cuidadosamente embalados, van de Chicago a Los Angeles en un avión de United Airlines. Y no son los únicos que hacen el camino desde la fábrica hasta el Teatro Kodak: la Academia regala a la empresa dos entradas, que cada año van a parar a un trabajador diferente, y el jefe aporta de su bolsillo el viaje y el alquiler de vestuario. Este año le ha tocado a Barbara LaMonte, que se llevará a su hermana para caminar juntas sobre la alfombra roja. ¡Eso es mejor que una placa de empleado del mes, por mucho que tenga acabado en nogal!