Los guardia marinas siempre forman en la cubierta del buque escuela antes de llegar a un puerto de forma que su estampa llame la atención y no pase desapercibida en los países que visita. :: F. JIMÉNEZ
CÁDIZ

En el corazón del Elcano

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Nunca duerme, nunca descansa. Cuando el buque escuela Juan Sebastián de Elcano sale a la mar siempre hay un ojo que lo vigila, unos pies que lo recorren de proa a popa o unas manos que lo limpian. Es el navío de referencia de la Armada española, una embajada flotante que tiene su casa en Cádiz. Ayer dejó el muelle de La Carraca en San Fernando, donde siempre lo ponen a punto, para dormir en el puerto de Cádiz antes de partir a un nuevo crucero de instrucción y LA VOZ le acompañó para conocer parte de sus secretos, atravesar sus entrañas y estudiar las venas de su corazón. Desde la sala de mando a la estancia de los guardia marinas. El camarote de un oficial al puesto de guardia. Todo lo que esconde y que ayer descubrió.

Al montarse en la embarcación lo primero que llama la atención es el cuidado y el respeto con lo que lo trata su tripulación. Para ellos es más que un barco, hablan de él como una pequeña ciudad en la que tienen panaderos, peluqueros, enfermeros, bomberos o fontaneros. Cuando uno camina por los estrechos caminos de sus pasillos piensa que nunca se podrá acostumbrar y le invade una sensación de claustrofobia. Sin embargo, sorprende la habilidad y destreza con la que se mueve su dotación que parece guardar en su memoria cada escalón, cada obstáculo. La velocidad con la que avanzan resulta imposible de seguir sobre todo en los tramos de escaleras.

La estancia de mayor actividad es la de los guardia marinas que se divide en una sala de estudios, que también es comedor, y los dormitorios en los que se reparten 55 camas en tres salas. Espacio reducido en el que la intimidad se pierde por completo. Las camas son literas y mover una pequeña cortina es la diferencia para encontrar la soledad o lanzarse al bullicio. «Aquí se forman unos lazos de unión muy fuertes. En realidad somos como una gran familia ya que estamos juntos desde que nos levantamos a las ocho de la mañana hasta que nos levantamos a las ocho de la mañana del día siguiente», explica el oficial de Comunicación, Jaime Barbudo.

Y aunque pareciera que ya no cabe ni un alfiler aún hay sitio para una pequeña capilla coronada por la Virgen del Carmen, patrona de los marineros. Como cada rincón del navío esta sala también está llena de anécdotas. «El año pasado en Chile una mujer solicitó poder ver la capilla porque aseguraba que hace unos 50 años se casó ahí. Yo no sé si sería verdad o no pero vio la capilla». Esta historia muestra que el interés que despierta Elcano va más de su estatus como barco militar, incluso de su objetivo basado en la formación. En realidad es un embajador que cautiva a los países que visita y así lo corroboran los datos. En cada puerto la embarcación recibe una media de 3.000 solicitudes de visitas. En esta travesía estará en puertos como Estambul (Turquía) o San Petersburgo (Rusia). Además el viaje destaca por ser uno de los más cortos de sus 80 años al durar cuatro en vez de los seis mese habituales ya que tiene que pasar una profunda revisión de la zona del motor, que debe desmontarse pieza a pieza.

Vivir aislado

Quizás lo más extraordinario del buque escuela sea precisamente lo complicado de llevar. En ocasiones las travesías hacen que la dotación no vea tierra durante 20 días. Esto permite que vean ballenas, delfines, tortugas, grandes embarcaciones, amaneceres, tormentas eléctricas. Pero, por otro lado no pueden salir a despejarse, como mucho ir a cubierta.

En este sentido hay que ingeniársela para distraerse en los ratos libres que deja la jornada laboral. Libros, pequeñas consolas, ordenadores, eso sí cuando se aleja unas millas de la Costa ya no hay comunicación. Ni wifi, ni 3G, la única tecnología que sirve se tiene que compartir. El barco tiene acceso a una cuenta personal en la que los marineros se pueden meter cada tres días, el mismo régimen que tienen las llamadas, todo ello en diferentes turnos.

Mientras navega el navío es como un reloj que funciona a la perfección». La experiencia es más grata de lo que me esperaba y quizás sea por las diferencias que existen entre este buque escuela y el resto de embarcaciones de la Armada, sobre todo por su labor como embajador de España. Sorprende la cantidad de personas que lo conocen fuera de España y el trato de países como Brasil o Argentina. Lo cierto es que lo voy a echar de menos», afirmó su comandante Manuel de la Puente que cumple su último año al frente del Elcano.