Usuarios del hospital Puerta del Mar fuman en el lugar permitido, bajo la mirada de una vigilante. :: F. J.
Ciudadanos

Los vecinos temen más el ruido que el humo

Actualizado: Guardar
Enviar noticia por correo electrónico

La ley antitabaco que acaba de entrar en vigor prevé daños colaterales que poco tienen que ver con las quejas de los hosteleros, la pérdida de clientes o la reducción de los enfermos pulmonares.

Otro colectivo que teme la llegada de esta nueva normativa y sus consecuencias son los vecinos de las barriadas y calles cercanas a las zonas de ocio de las ciudades, que ven cómo sus victorias en la conquista del descanso nocturno va a dar un paso atrás cuando los clientes de los bares se vean obligados a salir a la calle para echar un pitillo. «Si en un grupito se fuman unos cigarros, no van a estar callados, seguro que se ponen a hablar a gritos o a cantar», afirma Ramón, un vecino de la concurrida calle de Muñoz Arenilla de Cádiz, que durante años sufrió los orines y los ruidos del ya exterminado botellón.

Los vecinos de esta calle fueron, probablemente, de los más combativos de la Bahía contra la práctica de beber en la calle y su lucha tuvo su recompensa cuando se prohibió el botellón en 2006. Desde hace cuatro años duermen más tranquilos, a pesar de que la calle sigue siendo una de las más frecuentadas por reunir la mayoría de los 'pubs' de la capital. «El temor existe, porque ahora con la orden, la gente saldrán fuera y tendremos de nuevo las broncas, los chillidos y el ruido», confirmaba ayer Francisco Moreno, presidente de la Asociación de Vecinos de Muñoz Arenilla, que por ahora se muestra prudente: «El primer fin de semana aún no lo hemos comprobado; estaremos pendientes del siguiente para ver el ambiente, y si hay ruido protestaremos ante el Ayuntamiento», explicaba el representante vecinal.

«Normalidad» en hospitales

Ayer, en la primera jornada laborable desde que entró en vigor la ley (el 2 de enero) se desarrolló aparentemente con la misma tranquilidad que el domingo, a pesar de que como era de esperar los bares recibieron muchos más clientes. En la puerta del bar Alver, situado ante la puerta de Urgencias del hospital Puerta del Mar de Cádiz, la acera estaba llena de colillas. «Vamos a tener que contratar a alguien para recogerlas; al menos la ley va a crear puestos de trabajo», afirmaba con ironía el dueño del establecimiento, que aún no se atrevía a hacer balance de «posibles pérdidas», pero sí notó que «los clientes tardan menos en tomar el café». Según el SAS, en los hospitales reinó la «normalidad», aunque en el Puerta del Mar de Cádiz seguía habiendo despistados que encendían sus cigarros en el túnel del acceso, donde está también prohibido al pertenecer al recinto hospitalario. Solo debían bajar unos escalones hasta la acera.