El jurado de la categoría de entidades enjuicia el belén que ha sido instalado este año por la peña rociera Amigos del Cañizo en su sede de Picadueñas. :: JUAN CARLOS CORCHADO
Jerez

Jueces de nacimientos a prueba de toda sorpresa

Tres jurados han tenido a su cargo estos días el fallo de una convocatoria de Cope que nació antes incluso que la propia Asociación de BelenistasEl concurso supera cuatro décadas cargadas de anécdotas

JEREZ. Actualizado: Guardar
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Ven las obras instaladas en Navidad por familias y entidades de la ciudad con otros ojos. No puede decirse que no lo disfruten mientras tanto, pero es cierto que si contemplar un nacimiento pudiera originar algún stress son ellos, las nueve personas que los evalúan cada año, los que, porque han de darles nota, requieren de una concentración especial. No en balde la decisión que toman no está exenta de algún tipo de contestación cuando, llegados al caso, sobresale que, en el fondo, es mucho más que la pericia en el trato con porexpán, escayola, pintura, iluminación o celajes lo que construye un belén.

Cope convoca el concurso de nacimientos familiares y de entidades desde hace 43 años. Una vez producido el primer despertar de la temporalmente adormecida afición jerezana nacería la Asociación de Belenistas, fundamental en la configuración de los jurados que salen, cada año, para, en el transcurso de una tarde y su noche correspondiente, repartir los premios acordados en las bases. Son nueve las personas que efectúan estas tareas que, más allá de la sucesión de fallos emitidos durante décadas, atesoran una colección de anécdotas tan variopintas como lo es la condición de los concursantes o la naturaleza de sus nacimientos.

Ramón García y Anselmo Ceballos recuerdan algunas de estas curiosidades mientras contemplan la última que anotan en el anecdotario: Juan Mateos ha llenado el bosque colocado en el de Amigos del Cañizo unos pájaros vivos sueltos. «¿Es una grabación?», se preguntan entre ellos mientras descubren el revoloteo de alguno de ellos. Ramón, belenista desde hace doce años, aún recuerda cuando, después de medianoche, llegaron a una casa de vecinos en calle Campana para visitar el nacimiento inscrito: «A nuestra llamada aparecieron asustados todos sin saber bien qué queríamos a esas horas», comenta.

Aún se recuerda a quien, en la barriada de Santa Ana, ocupaba una habitación llena de indisimuladas botellas y envases alimentarios convertidos en molinos y casitas. Unas gomillas y pinzas de tender conseguían un movimiento inesperado para el jurado y, a veces, descontrolado. Anselmo (20 años de belenismo) encuentra en las barriadas populares alguno de los recuerdos más graciosos: «He visto, con el jurado, nacimientos en un lavadero, en el hueco de una escalera, sobre una mesilla de noche, en comedores...».