La madre, a la izquierda, mira con ternura a la niña que duerme en brazos de su abuela y matrona por accidente. :: ANTONIO VÁZQUEZ
Sierra

Milagro navideño con ayuda de la abuela

Violeta se puso de parto al borde de la media noche y fue Juana, su suegra, la que hizo de matrona para traer al mundo a Daniela Una mujer da a luz en su casa de Medina, unas horas después de recibir el alta en el Hospital de Puerto Real

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El milagro de la Navidad. Medina se ha quedado este año sin belén viviente por la lluvia pero, sin embargo, ha sido escenario de uno de esos milagros de la vida que surgen con el nacimiento de una criatura en condiciones poco favorables. Violeta y David son los padres de la vecina más conocida estos días en la localidad jandeña, a pesar de que es una recién llegada, Daniela.

Los padres de la pequeña llegaron el viernes, a las cinco de la tarde, al hospital de Puerto Real porque «pensábamos que mi mujer estaba de parto», asegura el padre. Como quien buscaba posada en Belén, allí se encontraron con las «puertas cerradas» y, a eso de las ocho y media de la tarde, «nos dijeron que nos fuéramos que la niña no venía en camino y que el lunes volviera para ingresar».

Los jóvenes emprendieron el camino de regreso a su pueblo, donde llegaron en torno a las diez y media de la noche. No obstante, Daniela no tenía en su cabeza los mismos planes que los médicos y decidió que había llegado el momento de venir al mundo. Unos minutos después, a eso de las doce y media de la noche, el número 3 de la calle San José -no podía llamarse de otra manera-, se convirtió en el 'establo' donde la más pequeña de los Ballesteros, que es como conocen en el pueblo a la familia, quiso poner a todos en un pequeño aprieto. En una salita, donde estaba su madre sentada junto a la estufa, vio la luz por primera vez la pequeña.

En este momento entró en escena la heroína de este milagro asidonense, Juana Ballesteros, la abuela de Daniela. A sus 69 años ella entendió rápidamente que su nuera Violeta iba a dar a luz de inmediato. En el suelo y rodeada de toallas la ayudó a poder sobrellevar los dolores de las contracciones y a que empujara para dar vida a Daniela. «Mi hijo David, el padre, salió corriendo y con la cara blanca en cuanto vio asomar la cabeza», relata.

Para cuando llegaron los refuerzos familiares y la ambulancia, Juana ya había despachado el parto y se encontraba con su nieta entre los brazos, aunque con el cordón umbilical sin cortar por miedo a hacerle daño. «He tenido siete hijos y una vez ayudé a un parto, hace 40 años, pero jamás había tenido que vivir una situación parecida a ésta», destaca Juana. David y Violeta viven junto a sus dos pequeñas en la casa de la abuela, por fortuna, para remangarse y ponerse manos a la obra.

Preocupación

Entre nervios, emoción y preocupación, todos asistieron a la joven madre que, a sus 27 años, había dado a luz por segunda vez. Unos 40 minutos tardó en llegar la ambulancia al domicilio de los Ballesteros por lo que ya sólo quedaba la parte final del parto. La madre fue trasladada al hospital tras los pertinentes exámenes previos, el domingo le asignaron una cama y ayer ya disfrutaba de su pequeña en Medina. La sonrisa de Daniela era el mejor antídoto para que todos los Ballesteros olvidaran el duro trago que habían tenido que pasar. El temor a que pudiera sucederle algo a la madre o la pequeña les hacía sentir malestar con el hospital, ya que «debían de haber dejado ingresada a mi cuñada por si acaso», destacaba una tía de la recién nacida. Asimismo apuntaban los familiares que «quién le iba a decir a Violeta que iba a tener aquí peor trato que si estuviera en su país, Rumanía».

La pequeña descansaba, ajena a todo, en los brazos de su madre sin saber que medio pueblo desfilaba por delante de ella para conocerla. Su abuela, de cuando en cuando, también la arropaba con las mismas manos arrugadas que la ayudaron a venir al mundo. El milagro se había producido en Medina, en lugar de en Belén.