Algunos conocidos de André han ido colocando recuerdos de forma espontánea en el banco en el que falleció. :: MIGUEL GÓMEZ
CÁDIZ

Andy, el hombre que solo quería olvidar

El joven era alemán y llevaba cinco años viviendo en la calle, donde trataba de huir de una «vida destrozada» por su adicción al alcohol El 'sin techo' que apareció muerto el sábado fue atendido por una ambulancia antes de su fallecimiento

CÁDIZ. Actualizado: Guardar
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Andy dormía en la calle y solo pedía tabaco. Tenía problemas con el alcohol y solo quería que los malos pensamientos se fueran de su cabeza. Andy era del Arsenal y solo se tenía a si mismo en la vida. Andy en realidad se llamaba André, era alemán y tenía 33 años.

Los vecinos de la plaza Asdrúbal, donde el pasado sábado por la mañana apareció el cuerpo sin vida de este hombre, se mostraban ayer muy apenados por la noticia. Casi nadie es capaz de dar datos personales sobre André, pero todos recuerdan pequeños detalles. «Era una persona muy educada, nunca pedía dinero, lo único que pedía era tabaco». Andy apenas chapurreaba unas palabras de español, y se llevaba dos dedos a la boca para pedir un cigarro, cuentan en un bar de la plaza Asdrúbal, y si alguien le daba más de uno, le preguntaba si le importaba que se lo diera a un amigo.

En la zona lo conocían desde principios de este verano, cuando se instaló en la zona junto a dos compañeros también extranjeros, uno inglés y otro rumano. Durante esos meses de calor se vio envuelto en varios altercados con otros 'sin techo', siendo precisamente la presencia de la Policía para controlarlos lo que hizo que sus compañeros se fueran marchando del lugar. Así fue como Andy se que quedó solo en Asdrúbal, siempre sentado en su banco, el mismo en el que amaneció aún sentado y sin vida el pasado sábado. El mismo banco en el que nadie se ha sentado desde entonces y donde alguien ha colocado un pequeño cartel que dice: «Para Andrew, con mucho cariño de todos los gaditanos que te conocimos». Y no es el único recuerdo. También escrito con rotulador sobre los propios listones, alguien ha puesto: «Andy, I wish you peace. Sleep well! Buen amigo». Lo rubrica una tal «Shelly», que le desea así «paz» y que duerma bien.

Un vecino de la plaza también lo recuerda como un hombre pacífico, «siempre con su camiseta del Arsenal». Para las personas que lo veían a diario era evidente que tenía un problema de alcoholismo, de hecho, hace unos días recibió el alta médica tras estar ingresado durante algo más de una semana en el Hospital Puerta del Mar. Una caída fue el motivo inicial del ingreso, pero el deterioro físico que su adicción había provocado en él hizo que los facultativos decidieran dejarlo allí. Las heridas de la cara se le curaron, pero Andy no tenía cura por dentro. Él no la quería. Las trabajadoras sociales del propio hospital y de Cáritas trataron de ofrecerle recursos para salir de la calle, incluso tenía reservada una plaza en el albergue para cuando saliera del hospital, pero nunca se acercó hasta allí.

Los profesionales que, durante estos meses, trataron de ayudarle hablan de él como «un hombre al que su propio dolor no le dejaba vivir». André no tenía familia, sus padres habían fallecido hace años y él mismo comentó que estaba divorciado. Llevaba cinco años viviendo en la calle. Antes de llegar a España pasó por Italia y llegó a Cádiz a principios de este mismo año desde Sevilla.

En los últimos días su aspecto físico se deterioró mucho. «Casi no podía moverse», cuentan los que le veían a diario. Hasta que no se le realice la autopsia al cadáver no se conocerán las causas concretas de su muerte, y tampoco si su salida del hospital fue precipitada. Quienes trabajan con este tipo de personas excluidas socialmente saben que no se trata de una situación excepcional. «Si le preguntas a un político te dice que vale muy caro mantener a una persona así en la cama», comentan.

En las horas previas a su muerte fueron los voluntarios de 'Calor en la noche' los que estuvieron con él. Al comprobar su mal estado llamaron a la Policía y luego a una ambulancia. Los sanitarios lo reconocieron allí, en «su banco», pero no consideraron que fuera necesario llevárselo.

André, dejó de respirar allí mismo, con la mirada perdida, como era habitual en él. «Es una pena, y lo peor es que la culpa, probablemente, la tenemos nosotros mismos. Solo tenía 33 años y no hicimos nada por él», dice uno de los que le daban a Andy no uno, sino dos cigarros cuando le pedía tabaco.