pinchitos morunos

Un nuevo freidor

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Decía una canción de las que se entonaban en posición de santito: «Qué alegría cuando me dijeron, vamos a la casa del señor». Me he permitido «versionar» esta coplilla y adaptarla al hecho milagroso que se ha producido esta semana en Cádiz: «Qué alegría cuando me dijeron que han abierto en Cádiz un freidor».

El antiguo Parisien, uno de esos establecimientos históricos de Cádiz, situado en la plaza de San Francisco, ha reabierto sus puertas tras una profundo lavaíto y se ha transformado en marisquería, churrería y freiduría… esto sí que es la Santísima Trinidad.

Nunca he entendido por qué se inaugura a bombo y platillo un aparcamiento subterráneo y nunca acuden las autoridades cuando se «pone en valor» una freiduría. Ahora todo lo ponen en valor, otra frase pija que ha tenido éxito y que ahora se aplica hasta cuando una gallina pone un huevo y pone en valor al pollito.

Cádiz necesitaba que se abriera un freidor… hasta los «mercados» estaban inquietos con este tema y el Banco Central Europeo había amenazado a Horeca con bajarle la calificación a la ciudad en el índice mundial de frituras si no subía la renta per choco de la ciudad. La apertura del freidor del ‘Parisien’ ha calmado a los mercados… y las ardentías porque la gente del centro de Cádiz tenía los esófagos más calientes que la chimenea de un puesto de churros de tanta merluza congelá.

Han sido muchos años de pérdidas de freidores en Cádiz, como para que ahora, que por fin se abre uno nuevo, este hecho histórico y heroico pase desapercibido. Siempre he creído que los freidores son el gran tesoro de la ciudad. Si cuando llegan los barcos de turistas, en vez de darles un folleto, se les diera un papelón de chocos, ya te diría yo a ti si no se quedaba aquí hasta el sobrecargo de ‘Vacaciones en el Mar’.