ESPAÑA

Zapatero se quedó en España para concretar su plan de choque

El presidente anunció varias privatizaciones en el Congreso sin haber decidido aún el modelo adecuado para llevarlas a cabo

MADRID. Actualizado: Guardar
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José Luis Rodríguez Zapatero no tenía muy claro cómo remataría la jugada cuando el miércoles se puso en pie en su escaño del Congreso y desgranó, por sorpresa, su tercer plan de choque para calmar a los mercados. A eso se debe, según fuentes gubernamentales, su decisión de faltar por primera vez a la Cumbre Iberoamericana que este año se celebra en Argentina. Tenía claro las medidas que deseaba incluir en el paquete, pero no su articulación. Y el asunto no es baladí. Del modelo de privatización que se escoja para los aeropuertos dependerá en buena medida el apoyo, siempre deseable, de Convergencia i Unió (CiU) a lo que hoy apruebe el Consejo de Ministros.

La cuestión podría haberse decidido entre el ministro de Fomento y vicesecretario general del PSOE, José Blanco, y la vicepresidenta económica, Elena Salgado, pero el jefe del Ejecutivo quería estar al pie del debate, «presidirlo y rematarlo». Son las consecuencias de haberse lanzado con cierta premura a buscar medidas que sirvieran para susurrar al oído de los mercados en el lenguaje que mejor entienden: rebaja de impuestos, privatizaciones, y recorte del gasto social. Fue el pasado fin de semana cuando se decidió bucear en la cartera de los ministerios para extraer una serie de propuestas que habían sido esbozadas con anterioridad e intentar darles forma. Pero, de acuerdo con la versión gubernamental, solo el martes se decidió que no cabía esperar más y que podría aprovecharse una pregunta parlamentaria de Mariano Rajoy en la sesión de control para anunciarlas.

Tampoco niegan en Moncloa que durante esta semana ha existido en Bruselas el rumor de que mañana podría convocarse una reunión de urgencia de los ministros de Economía de la Eurozona si el Banco Central Europeo hubiera decidido ayer un programa de compra masiva de deuda pública. Pero afirman que no era eso lo que quitaba el sueño al presidente del Gobierno. De hecho, no consideraban el encuentro muy probable porque ya hay una cita prevista para el próximo día 16. «La prueba -dicen- es que José Sócrates (primer ministro portugués) se fue directo a Argentina después de defender con Zapatero la 'candidatura Ibérica' para la Copa del Mundo de 2018 en Zurich», es decir, antes incluso de que el presidente del BCE, Jean Claude Trichet, compareciera para explicar sus planes, hacia la 14.30 horas de ayer.

Cumbre cuestionada

Portugal, pues, no ha considerado necesario suspender su presencia en la Cumbre Iberoamericana, un proyecto que vio la luz en los años noventa de la mano, fundamentalmente, de España y México. Si este instrumento sobrevive es sobre todo por el interés que siempre ha tenido en él nuestro país, que progresivamente ha ido perdiendo un papel preponderante en Iberoamérica.

El Gobierno defiende que la ausencia de Zapatero no es grave porque España está «de sobra representada» con el Rey y la ministra de Asuntos Exteriores, Trinidad Jiménez. Pero está por ver si muchos de los países que en los últimos años se han mostrado escépticos con la celebración de estas reuniones no aprovechan para intentar darle la puntilla.

El Partido Popular no termina de dilucidar si el plantón de última hora le parece adecuado, dada la gravedad de la situación a la que se enfrenta España, o un disparate diplomático. La portavoz del partido en el Congreso, Soraya Sáenz de Santamaría, anunció una batería de preguntas para conocer las razones de fondo que le han llevado a anular el viaje. «Desconozco si es que va a adoptar nuevas medidas mañana porque uno tiene la impresión de que, siendo este el cuarto plan que trae en un año, el Ejecutivo sigue funcionando a golpe de improvisación». Según afirmó la vicepresidenta Salgado en los pasillos del Congreso, «en principio» no hay que esperar más sorpresas.

Quien se mostró más crítico aún que el PP con la ausencia de Zapatero en el foro iberoamericano fue el portavoz de Izquierda Unida, Gaspar Llamazares. «No es un buen mensaje», dijo. A su juicio, da imagen de «debilidad» y solo sirve para preocupar aún más a los ciudadanos, que ahora pensarán que las cosas están «delicadas».