vuelta de hoja

Ni un lugar al sol

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El desempleo va a dejar de ser un trabajo seguro. Quienes se hayan acostumbrado a cobrar algo por no haber nada tendrán que pensárselo dos veces, o comer una sola vez al día si es que alguien les invita. La corriente laboral que sopla en Europa, impulsada por el primer ministro británico, David Cameron, que es un tipo muy frío, anuncia unos recortes que tendrán imitadores. Se va a acabar eso de que cobren el seguro del paro quienes rechacen un empleo. A primera vista parece lógico, pero si se sostiene la tirada hay mucho que ver: ¿se le puede ofrecer a alguien que haya estudiado música un puesto de trabajo que consista en transportar pianos? Deducir que todo el que no ha encontrado un lugar acorde con su preparación es un vago de siete suelas, aunque se haya cansado de buscarlo, es injusto. ¿Qué haría yo, que no me gusta nada andar, aunque me lo recomiende el doctor Torrecillas, que aunque sea mi médico de cabecera le preocupan más mis extremidades inferiores, si me ofrecieran un puesto de carretero? Me vería obligado a rechazarlo.

Es de suponer que hay muchas personas en se trance, pero creer que todo el que no acepte un empelo es porque no le gusta emplearse en algo, más o menos a fondo, es erróneo. No hay que creer que quienes permanecen años y años en el paro se sienten a gusto en él, del mismo modo que no podemos aceptar que quienes no vuelven de una guerra es porque se han encontrado a gusto en ella. Hay que descontar, por supuesto, a muchos caraduras que prefieren malvivir a ganarse la vida percibiendo un salario insuficiente. Son los que han optado por la 'sopa boba', ya que no está a su alcance la bullabesa. Pues bien, si no quieren caldo les van a quitar la taza.

En el Reino Unido hay cerca de un millón y medio de parados que llevan nueve años recibiendo ayudas. Se conoce que no han encontrado una tarea adecuada a sus aptitudes. En España no se sabe cuántos son. Digamos que muchos.