Artículos

¿No era contra el Gobierno?

Es el abuso lo que hay que regular, no la existencia de los representante de los trabajadores

Actualizado: Guardar
Enviar noticia por correo electrónico

No suele ocurrirme, pero estoy de acuerdo con Corbacho cuando, a propósito de la polémica de los liberados sindicales, dice que la presidenta de Madrid tira de electoralismo. El de Aguirre es ordinario y, en consecuencia, no lo disimula. Ahora que Corbacho se está yendo -¿o se ha ido?-, acierta al decir que la madrileña está más pendiente de los votos que de los paniaguados sindicalistas que han hecho de la actividad sindical un oficio. Y vaya por delante que considero a los liberados indispensables; a los delegados, necesarios; a los sindicatos, indiscutibles. Pero la legalidad está para ser cumplida, y sus excesos para ser denunciados. La transparencia debe afectar a los políticos, a sus partidos y también a las centrales sindicales que, gracias a las subvenciones públicas, desarrollan una actividad que hoy -¿por qué hoy y no antes de la convocatoria de la huelga general?-, debe ser explicada.

Resulta incomprensible que todavía no sepamos cuántos delegados pagan las empresas y cuántos los contribuyentes. Y son impresentables el tono y las explicaciones del peor ministro de Trabajo de la democracia. Pero ya se ve, hemos terminado por digerir todo: la mala educación, las verdades a medias y la mediocridad instalada en el Ejecutivo. En un país normal que no fuera víctima de los efectos de una democracia imperfecta, Zapatero estaría llamándolo al orden: «Hombre, Celestino, estamos para responder, no para vacilar. Si te preguntan cuántos liberados hay o dices que no lo sabes o das el número. Pero eso de que los liberados son los que tienen que estar no tiene un pase».

Pero esto no pasa. No ha pasado. No pasará. El problema no es que Corbacho esté hurtando el dato a Esperanza Aguirre -que sí, que sí, que todo en ella es pálpito electoral/electorero-; la cuestión es que somos los ciudadanos los que no sabemos qué pagamos, por qué pagamos y a cuántos. No son los liberados y delegados contra los que algunos claman, es contra el abuso de unos y otros. He conocido al sindicalista al que se le han ido la vida y la salud defendiendo la causa de un compañero y he conocido al delegado que junta sus horas los viernes y lunes sin que nadie le pida explicaciones. Es el abuso el que hay que regular, no la existencia de los representantes de los trabajadores. Si el PSOE se empeña en defender lo indefendible solo sumara más distancia y desapego entre la ciudadanía. Un amigo liberado digno y decente me lo dice así: «Tal y como están las cosas defender a un liberado sindical acarrea los mismo riesgos que defender a un piloto». Mejor comparación no encuentro en este momento. Y una pregunta: ¿Sabe alguien qué hacemos a trece días del 29-S hablando de este asunto? ¿Pero no era contra el Gobierno? ¿No era contra la reforma laboral? ¿Verdad que algo huele mal en Dinamarca?