Las lágrimas dieron paso a los besos y los abrazos de los familiares en el muelle de la Base Naval. :: L.V.
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El 'Galicia' parte con ganas de volver

CÁDIZ. Actualizado: Guardar
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Ni siquiera las gafas de sol pudieron ocultar la pena de los que se quedaban ayer en tierra. Besos y abrazos se repartían a lo largo del muelle de la Base Naval de Rota acompañados de lágrimas, muchas lágrimas. A las once y cuarto de la mañana el buque 'Galicia' partía desde la Bahía de Cádiz para incorporarse por primera vez a la operación Atalanta que se desarrolla en aguas de Somalia. Una vez llegue a su destino, prestará su apoyo al patrullero Infanta Cristina en una campaña dirigida a asegurar el tráfico marítimo en el Golfo de Aden y de los buques del Programa Mundial de Alimentos para Somalia en el océano Índico.

Han sido muchos meses de preparación. Así lo dejó claro el almirante de la Flota, Juan Carlos Muñoz-Delgado Díaz del Río en su discurso de despedida. «Ahora es el momento de la incorporación y de poner en práctica todo lo aprendido durante estos meses». El almirante afirmó que, a juicio de mucho, este refuerzo puede considerarse desproporcionado pero recordó que «el papel de la Armada es defender los intereses de España y de los españoles», y más ahora, que forman parte de los europeos.

Tras saludar a cada miembro de la dotación del barco, el almirante les infundió ánimo y les recordó que «durante estos meses han aprendido a trabajar en equipo» y deben actuar como tal. No hubo tiempo para más palabras. En cuanto el almirante bajó del barco, los marinos tocaron el muelle gaditano por última vez en cuatro meses para despedirse de sus familiares.

Expectación ante la misión

Mientras que en la cubierta reinaba cierto nerviosismo y expectación ante la primera misión del buque 'Galicia' en Somalia, abajo sólo se pensaba en la despedida. Uno a uno fueron descendiendo por la pasarela buscando entre el gentío al padre, a la madre, a la pareja y al amigo para darles el último adiós.

Raquel Rodríguez consolaba a una hermana que no podía pronunciar palabra. Intentaba animarla diciéndole que en navidad le traerá los regalos desde el otro lado del Atlántico. «Al menos he podido disfrutar en junio de un par de semanas de vacaciones», afirmaba mientras sonreía. «La preparación ha sido dura, pero tengo muchas ganas de marcharme y vivir la experiencia y de volver». Su novio, también militar, la comprendía mejor que nadie: «es nuestro trabajo y tenemos que acudir».

Junto a ellos, Marcos Vengas aprovechaba para sacar la última foto de su familia con su teléfono móvil, aunque reconocía que ya llevaba muchas. No es lo único que se lleva para pasar estos cuatro meses. «Llevo desde jamón embutido hasta galletas ya que no sabemos lo que nos vamos a encontrar allí», bromeaba.

El padre de Israel Nieto se abrazaba a su hijo sin soltarlo. Al igual que el resto de sus compañeros, será la primera vez que Israel pase tanto tiempo fuera de casa, aunque ya ha participado en otras maniobras. «Tengo muchas ganas de ir pero también de estar de vuelta y volver con mi gente», afirmaba con los ojos llenos de lágrimas.

Dos metros más a la izquierda, Roberto Rodríguez aprovechaba para darle el último abrazo de sus padres. «Estoy deseando embarcar ya». Sabe que estará bastante tiempo fuera de casa pero no le importa, va preparado para la misión. «He tenido que hacer tres viajes para subir todas las maletas». Entre el equipaje destacan varios libros, juegos de mesa, una videoconsola y «hasta los apuntes para presentarme al examen de sargento, que hay que aprovechar el tiempo».

A la orden del comandante, todos los marinos embarcaron. Se marcha una gran familia compuesta de 240 tripulantes que espera volver a finales de noviembre, si cuentan con el viento a favor.