DE ZORRILLA A LA MAREA

ME DEJA EN EL MORA

La iniciativa para cambiar el callejero puede suponer un gasto con el que nadie cuenta

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Alguien ha calculado cuánto dinero le puede suponer a la ciudad cambiar los nombres de las calles que, según el PSOE, tienen reminiscencias franquistas por nombres de diputados constitucionales? ¿Está Cádiz, o cualquier otra ciudad actualmente, para gastarse una pasta en propuestas ideológicas en vez de invertir en proyectos sociales e infraestructuras que generen una mejor economía y hagan descender el paro? ¿Saben los comerciantes o los despachos profesionales, por ejemplo, que de producirse el cambio del nomenclátor de sus calles tendrían que sustituir con dinero de bolsillo los membretes de sus tarjetas, del papel de regalo, de los folios o de los sobres? ¿Conocen los ciudadanos que, de salir adelante esta propuesta socialista, deberían acudir al padrón, guardar colas para el cambio de sus certificados de empadronamiento y que en sus DNI figuraría una dirección que no es la suya y que no podrían sustituir hasta que no les caducara el documento? ¿Alguien les ha dicho a los carteros y personal de Correos que tendrían que aprenderse el nombre de casi veinte nuevas calles y saber a qué presunto franquista sustituye el diputado? ¿Y a los taxistas?, que todavía siguen nombrando la parada del Mora, el Cánari, las tres Marías, en la residencia, la plaza de toros o los cuarteles de Varela? ¿El ciudadano de a pie conoce la historia de cada uno de ellos, lo que hicieron o dejaron de hacer? ¿Todos tienen la misma visión del papel que jugaron en la historia? ¿Alguien puede poner la mano en el fuego por cada uno de los diputados? porque a lo mejor, entre los pintores, arquitectos, periodistas o alcaldes que tienen nombres de calles en Cádiz o en cualquier otro punto de España puede haber alguno con reminiscencias ocultas de comportamientos que quizás desconocemos, porque la historia no lo recoge todo, aunque algunos historiadores defiendan lo que les da de comer. Por ejemplo, ¿alguien puede decir quién ordenó tocar la corneta al joven Soto Guerrero y quién le disparó desde el antiguo gobierno militar? Si alguien estaba allí y lo puede asegurar que levante la mano. ¿Se detuvo al que le pegó el tiro? ¿tuvo un juicio justo? Porque supongo que Soto Guerrero, como tantos otros que cayeron de un bando u otro tenían padre y madre o, al menos, familia. ¿Y Gabriel Matute, quién fue, tendría que estar en la lista? ¿Qué hubiera ocurrido si al puente se le hubiese llamado Francisco Franco, como se pensó en un principio, y no José León de Carranza? ¿Habría ahora que tirarlo? No sé, supongo que a quienes lo están pasando ahora mal, sin trabajo y pensando cómo llegar a fin de mes y afrontar los colegios en septiembre, incluso a aquellos cuyos familiares en su día fueron maltratados por los franquistas o por los rojos, les importa un pito en estos momentos que les cambien el nombre de una calle y quizás ni siquiera nunca se han planteado el por qué o por quién la suya se llama como figura en su carta de impago de la luz o en la reclamación de deuda de la hipoteca.

Las barbacoas

He leído que hay un lumbrera en la Demarcación de Costas que ha propuesto que las barbacoas se celebren en el césped del Carranza. Supongo que será el mismo gachó que tuvo la genial idea de quitar los chiringuitos de la playa. ¡Qué bueno el tío! Y encima estará orgulloso de haber salido en los papeles. Por cierto, alguien puede aclarar cuándo una celebración se convierte en tradición. ¿En algún sitio está escrito? ¿Hay un manual de tradiciones? Es para que me digan si las barbacoas son o no una tradición. Para mí que no, porque mi madre, que no es muy mayor, no las recuerda en su infancia, aunque no sé si esa vara de medir sirve. De todas maneras las tradiciones se pierden, el otro día más que una tradición lo que había era un botellón en la playa que ha costado a la ciudad 93.000 euros. Supongo que habrá tradiciones más baratitas.