Los novios, Chelsea y Marc, posan con los padres de ella, Hillary y Bill Clinton. :: EFE
Sociedad

Chelsea da el 'sí quiero'

La única hija del ex presidente estadounidense se casa en una fastuosa ceremonia

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En Estados Unidos no tienen familia real, ni falta que les hace; allí también celebran bodas con la misma pompa y exclusividad. Para cumplir esa función que tan necesaria parece para llenar las páginas de las revistas del corazón con algo que no sea la última escapada de Britney Spears o Paris Hilton están los Clinton, cuya única hija, la protegida Chelsea, dio el 'sí quiero' a su novio desde hace cinco años, el joven financiero Marc Mezvinsky, el pasado sábado en una ceremonia rodeada de secretismo y seguridad. «Esto debería ser transmitido en vivo como la boda de la princesa Diana», comentaba una curiosa apostada cual vigía frente al hotel Beekman Arms, donde se hospedaban todos los invitados que asistieron al enlace.

Los medios tomaron durante el fin de semana Rhinebeck, el pueblecito de 8.000 habitantes situado muy cerca de Nueva York donde se celebró la ceremonia. Oficio que se realizó de forma interreligiosa por un reverendo metodista por parte de la novia y un rabino por parte del novio, que es judío. De todas formas, poco se sabe de lo acontecido en el enlace. Debido a la extremada precaución de, suponemos, la novia, la cual nunca en su pública vida ha hecho una sola declaración a un periodista, no se sabe a ciencia cierta quién conformaba la lista de los 400 invitados. La ex secretaria de Estado Madeleine Albright, el gran contribuyente demócrata Alan Patricof y Vernon Jordan, antiguo asesor de Bill Clinton, se dejaron ver por Rhinebeck, pero no Barbra Streissand, Steven Spielberg ni Oprah Winfrey, por lo que su asistencia sigue siendo una incógnita. Eso sí, se cumplió una premisa: sólo asistirían amigos y personas que los novios conocieran.

Así lo hizo Vera Wang, la artífice del vestido de Chelsea, que lucía un traje blanco marfil con escote palabra de honor y cuerpo drapeado en tul, embellecido en la cintura con un bordado de pedrería antigua. Hillary Clinton, por su parte, eligió a uno de sus modistos preferidos, Óscar de la Renta, quien le confeccionó un traje de manga larga y falda en tonos cereza. Los invitados pudieron disfrutar de una cena sin gluten -al que Chelsea es alérgica- servida por el exclusivo restaurante Blue Ribbon y de una tarta nupcial obra de la repostería La Tulipe Desserts.

Lo que tampoco se sabe es cuánto dinero se ha tenido que desembolsar por todo el despliegue. Las especulaciones sobre los altos costes de la boda, que algunos cifran en torno a tres millones de dólares, han suscitado las críticas de varios congresistas, que ven con recelo una celebración fastuosa cuando el país aún no se ha recuperado de una de sus peores crisis económicas. «Esto no es de buen gusto», opinaba, por ejemplo, un columnista del 'Boston Globe'.

La historia entre la hijísima y Mezvinsky ha culminado así en una boda sin sorpresas y políticamente correcta; conocidos desde la infancia por la demócrata amistad que unía a sus padres, forjaron su amistad y noviazgo en Stanford, donde ambos estudiaban en la prestigiosa universidad. De ahí, sin sobresaltos, se mudaron cada uno a su piso de solteros en Nueva York. Y como en los cuentos de hadas, se casaron felices y comiendo perdices por todo lo alto.