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¿El tornaviaje?

El regreso de las víctimas del terrorismo a la normalidad será un duro trámite que no tiene atajos

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Es verosímil que a finales del verano la Coordinadora de Víctimas del Terrorismo, Covite, organización fundada por la valerosa Cristina Cuesta inicie el camino a su disolución. O no. La hija del delegado de Telefónica en Guipuzcoa, asesinado por ETA el 26 de marzo de 1982, una de las primeras voces que se alzó contra el miedo y contra el olvido, ya dejó la presidencia de Covite hace poco más de un mes por razones personales abriendo el sendero hacia la recuperación de la normalidad vital perdida hace casi treinta años. ¿Es posible que Cristina Cuesta, un símbolo de la resistencia frente al terror, de la reivindicación de la verdad, la justicia y la memoria regrese poco a poco a su trabajo en Telefónica y pueda organizar las estanterías del alma con la sensación de que su 'trabajo' como víctima está llegando al final? Su personal decisión de este verano argumentada genéricamente como «estoy cansada», «llevo mucho tiempo en esto», «hay que dejar paso a los más jóvenes», no ofrece ningún indicio de que un año sin atentados mortales de ETA o la intensa actividad gubernamental para recuperar el tiempo perdido en la protección de los golpeados por el terrorismo, o la salida de prisión de disidentes de ETA haya inclinado la balanza de su decisión. Pero es un síntoma. Y junto con otros sutiles indicios; inapreciables dejaciones, la sustitución de organizaciones civiles antiterroristas por un flujo incesante de movimientos institucionales para reparación de los olvidados, parece apuntar que poco a poco se puede emprender el tornaviaje de algunas víctimas. Otro tornaviaje, el del retorno a la Nueva España desde Filipinas a través del Pacífico costó hace cuatro siglos y medio muchos fracasos a expertos navegantes como Gómez de Espinosa, Álvaro de Saavedra o Juan de Grijalva hasta que un fraile de 57 años, Andrés de Urdaneta, encontró la ruta que a través de 7.664 millas inauguró la navegación moderna. La metáfora del tornaviaje de los años de plomo hacia el sosiego, la conciliación, la armonía, la convivencia con la epopeya de marinos vascos como Legazpi, Urdaneta, Felipe de Salcedo solo es útil a la hora de prepararse para un largo, duro y complejo tránsito cuya hoja de ruta será esencial a la hora de garantizar el éxito final. Porque ni el Gobierno puede caer en la tentación del utilitarismo electoral, ni las asociaciones en el desánimo, ni la opinión pública en el olvido. En todo caso, quienes tanto han luchado por su derecho a opinar como agentes políticos deben decidir cómo y cuándo van a ir cerrando capítulos de sus vidas resistentes. Saben que queda mucho trabajo por hacer y que como estos días en Zumaya será preciso explicar la diferencia entre un acto folclórico y un auténtico reconocimiento y memoria. Saben, y el Gobierno debe saber, que el tornaviaje no tiene atajos.