Opinion

Frases

En la época del 'No tengo por qué estarme callado' la gente habla en voz alta por la calle

Actualizado: Guardar
Enviar noticia por correo electrónico

Haz el favor de no ayudarme, si no te importa». En serio, cada vez me gustan más las frases pilladas al vuelo. Quienes me leen, saben que me encantan las citas. Y que las utilizo con frecuencia en mis columnas. Tanto citas literarias, como frases de películas o de canciones. Pero últimamente también frases de gente desconocida, como esa que he puesto al inicio. Ya he confesado en alguna otra ocasión mi tendencia a pescar frases al vuelo. En la época del 'No tengo por qué estarme callado', la gente habla en voz alta por la calle. En las salas de espera. En el transporte público. A veces con un sorprendente impudor. Les importa un rábano que puedas escuchar todo lo que dicen. Hay quien cuenta capítulos de su vida completamente gratis. Deteniéndose en los detalles. En plan realismo sucio. Y con un tono de voz lo suficientemente elevado como para que pueda enterarse todo el autobús. Es probable que siempre haya sido así, pero la invasión de los teléfonos móviles ha contribuido de un modo definitivo a generalizar ese interesante fenómeno social. Podríamos denominarlo: 'Si puedes dilo un poco más alto para que se enteren también los del fondo'. Lo bueno es que se oyen frases geniales. Unas veces disparatadas o estúpidas. Otras, cargadas de angustia. Pero siempre hay en ellas algo muy vivo y muy real. La que he citado al principio, la pronunciaba hace poco una chica de unos veintitantos años por el móvil. Por supuesto, ignoro a quién iba dirigida. Lo mismo podía estar diciéndosela a su madre como a su novio, o a una amiga. Pero la decía muy en serio. Se notaba que quería dejar las cosas claras. Y me hizo pensar. Me pareció una frase dura pero a la vez reveladora. Por eso la apunté. Y por eso la cito ahora. Porque creo que contiene una verdad incómoda. De hecho, si lo piensan detenidamente, estarán de acuerdo conmigo en que, a veces, no hay nada más difícil que librarse de una ayuda no deseada. Ni nada más delicado que intentar esquivar un favor que alguien se ha empeñado en hacerte a la fuerza. Aunque lo hagan con buena intención. Siempre me he dicho: cuidado con las buenas intenciones. Suelen estar presentes en infinidad de intromisiones y malentendidos que acaban como el rosario de la aurora. Estoy convencido de que, con demasiada frecuencia, la verdadera generosidad no la ejerce tanto el que da como el que recibe. Dar es a menudo una estrategia. Una astucia interesada. Lo que me recuerda una cita que se atribuye a Einstein: «En ocasiones las cosas por las que más se paga son aquellas que se obtienen a cambio de nada». Ojo con eso. Soportar la ayuda no deseada o la excesiva prodigalidad de alguien no es grato. Hay presuntas ayudas que funcionan como ataduras. «Haz el favor de no ayudarme, si no te importa», una frase para guardarse en la recámara.