UN GADITANO EN SUDÁFRICA

UNA MEZCLA ÚNICA

Más de medio mes viviendo entre los sudafricanos sirve para asegurar que son gente animada, cercana y amable

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Dieciséis días fuera de casa. Mas de dos semanas en Sudáfrica. Algo menos que la propia selección española, pero casi... Ese tiempo llevo ya fuera de la provincia, animando y apoyando a 'La Roja' por el último rincón del mundo. Atrás quedan los viajes a Portugal, con Raúl Bravo de lateral izquierdo, o a Alemania, viviendo con ilusión entre titulares de prensa que íbamos a jubilar a Zidane, cuando en realidad le quedaban por delante algunas de sus jugadas mas memorables. Entre ellas, las que nos condenaron a no pasar a cuartos de final una vez más...

Atrás queda todo eso, porque desde hace dos años, la selección es campeona de Europa, y pase lo que pase, ha hecho historia clasificándose para la final de un Mundial que será recordado para siempre por unir a un país dividido por la crisis, por la falta de liderazgo, por las rencillas históricas. España ha hecho historia en Sudáfrica, y vivirlo en primera persona ha sido una de las experiencias más gratificante que haya podido experimentar en la vida.

Principalmente, porque caemos bien. A cualquier lado que vayamos, si apareces con tu camiseta roja los sudafricanos se vuelcan contigo. Gente amable, cercana, animada. Una imagen muy distinta de la que nos han querido vender. Un país que posiblemente sea el menos africano de toda África, con multitud de influencias y con una diversidad étnica, cultural social y económica complicada de resumir sin tirar de la propia historia, y reciente, de este país del sur del mundo.

El espíritu de Mandela esta vivo en todos los rincones. Viajes a las preciosas playas de Durban, donde el invierno da una tregua con temperaturas que se acercan hasta los 30 grados, o al parque del Kruger, con sus impresionante paisajes, sus safaris y la posibilidad de acercarte a leones, bufalos o elefantes, las reformas llevadas a cabo por el ex presidente del gobierno sudafricano se notan, y de que manera.

Acompañar a la selección te permite además conocer el país de cabo a rabo. Ciudad del Cabo es una ciudad que recuerda a Río de Janeiro, por su ubicación montañosa y el espíritu de sus gentes. Una preciosidad de ciudad que sufre, como todo el país, la lacra del crimen y la pobreza. Cerca, el Cabo de Buena Esperanza ofrece la posibilidad de acercarse al punto más al sur de África, en el Cabo Agullas, donde Índico y Atlántico se dan la mano en una de las zonas marítimas más peligrosas del mundo.

Johannesburgo, sin embargo, es la ciudad con menos encanto de las que he visitado. Sucia, fea, peligrosa... Nada que destacar, salvo que ahí la selección ganó en Ellis Park, el estadio donde la selección sudafricana de rugby hizo historia y recogió de manos de Mandela la copa que la acreditaba como campeona frente a Nueva Zelanda. Un estadio antiguo, con sabor, que nada tiene que ver con Soccer City, la joya de la corona de la organizacion del Mundial.

Durban sin embargo es la ciudad de las playas, de los juegos en la arena, de los mojitos en los bares, del surf... Ciudad costera que vive un eterno verano, y que sin duda ha sido la mejor anfitriona de cuantas ciudades han albergado partidos de la selección. Una ciudad sin embargo peligrosa, donde los robos y los secuestros se cuentan cada día como algo normal, pero un paraíso para los amantes del mar.

Sudáfrica ha sido, sobre todo, un gran descubrimiento. Por su gente, por sus paisajes. Por su naturaleza salvaje, por los atardeceres eternos. Y Sudáfrica ha sido, sobre todo, el país en el que España se ganó al resto del mundo con su juego, con su estilo y con su humildad. No perdamos ninguna de esas tres virtudes... Serán las que nos lleven a conquistar en Polonia la próxima Eurocopa, o dentro de cuatro años el próximo Mundial... ¡En Río de Janeiro! Y que yo lo viva!