El mundo del té también llamó la atención de los paseantes. :: L .R.
EL PUERTO

Bayas de enebro y cuernos de gacela

Artesanía textil, cuero, cerámicas, dulces, quesos y embutidos han colmado la vista y el gusto de varios millares de visitantes El espíritu del Doce toma el casco histórico portuense con la celebración del V Mercado Goyesco

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Cuernos de gacela, velas de almendra con fresa y chocolate, hojaldres de dátiles, coco y frutos secos y sesos. ¿Sesos? «Es un mantecado de almendra muy especial». En la jaima de Jimo es difícil no detenerse a curiosear. «Hay 36 variedades diferentes de dulces. Todos los hago yo». Más tarde, cuando se acerque la hora del almuerzo, los visitantes al Mercado Goyesco de El Puerto serán tentados con otras exquisiteces: cuscús de pollo o ternera con verduras, tallín en todas sus versiones, pinchitos morunos y una amplia variedad de batidos naturales. El velo blanco enmarca sus ojos oscuros, bien delineados, mientras explica minuciosamente a los compradores los ingredientes de cada dulce. Hoy es El Puerto, pero ayer fue Cáceres, y poco antes Guadalajara, Toledo...

Es el quinto año consecutivo que el casco histórico portuense se transforma en un mercadillo del medievo con el objetivo de dinamizar el comercio local. En esta ocasión, el espíritu del Doce ha contagiado a la organización que ha decidido rebautizarlo como 'Mercado Goyesco'. El tiempo acompaña, y la calle Luna es un hervidero de viandantes que no dan abasto para abarcar todo lo que los puestos ofrecen: artesanía textil -en cuero, en madera-, objetos de cerámica, bolsos, bisutería... «Lo mejor son los alimentos». Matilde espera su turno en el puesto de las especias. «Voy a darle una sorpresa a mi marido, que siempre está buscando bayas de enebro para la ginebra». Las especias se reparten a modo de pequeñas pirámides en llamativos colores. Las variedades de té son interminables y contra todos los males: el estrés, el dolor de estómago, las molestias musculares. Los quesos y embutidos entran solos por los ojos, pero la palma se la llevan los dos grandes puestos de dulces de Toledo: no sucumbir a una porción de tarta de queso con frambuesas es un esfuerzo titánico.

Del bizcocho al ojo de Horus

«Es que tiene todo tan buena pinta, que una no sabe qué comprar». Rocío ha venido acompañada por su madre, Milagros. «No faltamos ni un solo año, es una idea muy buena y, al menos, disfrutamos de algo diferente». La decisión tarda en llegar: bizcocho de yogur con chocolate y almendras. «Esta tarde nos lo tomaremos con el café».

El ojo de Horus preside el puesto de Yusuf, que escucha música en su iPod mientras espera paciente a los primeros clientes. «Tenemos papiros del Nilo, cristal de pirix...». Algunas mujeres se interesan por la mano de Fátima, hasta que el coletazo del pasacalles las sobresalta de golpe y comienzan a reír. Es una de las actividades que la Asociación Nacional de Artesanos y Antiguos Oficios ofrece para crear ambiente. Bajo las grandes láminas que reproducen las obras más famosas de Goya, pasa una pequeña orquesta con tambores y gaitas. Un señor trota a caballo, pero los niños rompen el encanto. «¡Es de mentira!».

Las calles Misericordia, Nevería y la plaza de Juan Gavala serán, hasta esta tarde, un espacio paralelo a la historia contemporánea que cada cual vive como puede. Como Conchi, una chipionera afincada en Granada que, vestida al uso del siglo XVII, se mueve entre su bisutería mientras habla de sus orígenes, de la vida errante y de las ganas que tiene de volver a casa.