NADANDO CON CHOCOS

¿Y MANDELA?

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El mundo ha dado demasiadas vueltas en quince años. 1995 sabía a vino con coca-cola en los bares a los que los jóvenes llamábamos de viejos, a ataques de risa y al sabor metálico de la sangre en la boca en el vestuario tras los partidos de rugby. Ahora ya no: enseña cacha una tal Miley y quieren cambiar la Caleta. Se me ha mareado el mundo, como esos niños que se agarran a una farola y giran una y otra vez hasta que se sueltan y caen.

La prueba llegó ayer con toda nitidez en forma de recuerdo de ese 1995, con la imagen de Mandela en el Ellis Park de Johannesburgo. Llevaba sobre su cuerpo menudo y liviano la camiseta de los Springboks, el símbolo del poder blanco, desafiando las leyes de las peleas de los hombres, uniendo a un país alrededor del hecho estúpido de 30 hombres en monumental batalla por un balón con forma de pepino. Madiba condensaba en su gesto el sentido de la libertad, el honor, la victoria y el respeto en la lucha y llevaba tanto de todo eso como para que aquella tarde cinco chavales que a priori iban con los All Blacks, se emborracharan a la salud del viejo y terminaran placándose por las aceras y gritando el 'Nkosi Sikelel' iAfrika', -Dios proteja a África-, el himno de un país recién nacido, casi como ellos.

Quince años después se ha caído el mundo: la imagen del campeonato de fútbol no es ya el viejo libertador, sino una rubia mollar de 22 años a la que le «encanta» ir a la playa. El himno lo canta Shakira al tiempo que mueve el culo y no aquellos quince tíos agarrándose por la espalda, deshaciéndose la garganta antes de salir a morir matando «Yehla moya, yehla moya oyingcwele», (desciende, oh sagrado espíritu). Demasiadas vueltas...