Sociedad

Los secretos de un restaurador, por primera vez desvelados

CÁDIZ. Actualizado: Guardar
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El oficio de restaurador mezcla la ciencia y el arte de una forma exquisita. Con la paciencia de un escultor, la sapiencia de un químico, el detalle de un pintor. Rafael de Leonor, el conservador del Archivo Histórico Provincial de Cádiz pasa ocho horas diarias imbuido en un salón donde las tintas, las pulpas, los algodones y las máquinas son los protagonistas. Como un cirujano, salva a documentos, pergaminos y libros a base de estudios, dedicación y una magnífica precisión. En su vocabulario aparecen conceptos como carcoma (por no utilizar el nombre científico), lignina, metaloácida o esporas. Ayer Rafael de Leonor mostró a los medios parte de su intenso y solitario trabajo. Recordó lo básico: que la climatología de Cádiz es adversa a los intereses de conservación de documentos -altas temperaturas y gran humedad-; avisó sobre los perjuicios del polvo y la contaminación para idéntica tarea, y desveló que algunos materiales como el algodón y el lino no son tan ácidos como la madera. Secretos de una profesión que le proporciona grandes alegrías. «De la que estoy más orgulloso es de la restauración de un papel conocido como de arroz pintado en acuarela que trajo un particular».