Los perros devorados de Nairobi

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Kenia es un país donde la cadena trófica está bastante clara, pero uno de los puestos peores es ser perro de ciudad. Perro de jardín de casa cara, concretamente. Desde hace años, las mascotas de la periferia las pasan canutas y desaparecen con cierto misterio. La última oleada de raptos se aclaró la semana pasada en Karen, el lujoso barrio que un día fue la finca de Karen Blixen, la autora de ‘Memorias de África’. Ella tuvo “una granja en África al pie de las colinas Ngong” que hoy es una zona residencial en la que el metro cuadrado se vende a precio de oro. Allí pasaba la tarde un vecino hace un par de semanas, leyendo tranquilo la prensa en una silla del jardín, escoltado por un bulldog inglés rellenito de un conocido que cuidaba durante unos días. Una fiera de 120 kilos salió de la nada como un fantasma, lo tomó entre las fauces y se lo llevó sin que le diera tiempo más que a posar el periódico sobre sus rodillas y mirar el mundo con ojos cuadrados. Se levantó y tomó el teléfono para llamar a su amigo, el dueño del animal, y darle la noticia: “Hey, al perro se lo ha comido un leopardo”. Le resultó tan difícil como a un gato cazar un hámster.

La semana pasada, el animal seguía allí, pues las noches del barrio se convertían de madrugada en una jauría alocada de aullidos, ladridos y llantos desesperados. Los canes esperaban aterrados un ataque y el leopardo se paseaba entre la espesura de los setos frondosos del barrio como un estudiante por un McDonalds. Aún se le ve rondar por Ndege Road y al amanecer se asoma a la parada de bus del campus universitario de Karen, uno de esos cruces de caminos África de tierra roja en los que se aceptan el destino y la naturaleza con normalidad cósmica.

Nairobi es una ciudad en la que dos millones de personas viven en chabolas, así que el tema de las mascotas es el menor de los problemas y se zanja con una cerveza y unas carcajadas en la barra del restaurante Talisman. Con todo, el asunto muestra lo frágiles que son los equilibrios en ese continente, incluyendo las fronteras entre lo salvaje y lo urbano. El guía de New African Territories y experto en naturaleza, Chris Brennan, que en su día asesoró a los legendarios documentales ‘Diario de los Grandes Felinos’, explica el problema in situ: “Ahí atrás, al lado de la ciudad está el Parque Nacional de Nairobi y cuando los animales tienen problemas, entran a la ciudad. Están seguros y encuentran comida fácil”. En el vecindario de la capital viven los ‘cinco grandes’: león, guepardo, leopardo, búfalo y rinoceronte, y hay una valla que, como todas, está para cruzarla.

Brennan recuerda como recientemente una manada de leonas con sus cachorros se instaló en el barrio durante semanas. “Un nuevo macho había llegado al grupo y las madres huyeron para que no mataran a sus crías”. A falta de impalas y gacelas Thompson, los perros del Karen les dieron de comer hasta que las capturaron los agentes del Servicio Medioambiental de Kenia.