Ndoumbe, en pleno esfuerzo. Afp

La madurez de Ndoumbe y el ‘zancadón’ de Nuria no son suficientes

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A Nuria Fernández le entra la verborrea en cuanto acaba una carrera. Es cruzar la meta y al primero que pilla le cuenta la vida con esa espontaneidad tan suya. Tras la final de los 5.000, donde acabó en un digno quinto puesto (15:35.59), explicó que se daba por satisfecha. Era el día de su 38 cumpleaños y ahí estaba ella, otra vez entre las mejores. “Estoy contenta. En carrera llegué a pensar en el bronce pero no he podido dar más. Quién me iba a decir a mí que con 38 años y dos hijas podía estar aquí”. Tiene su mérito, sin duda, pero precisamente estos Europeos son los de las veteranas, como la británica Jo Pavey, campeona de los 10.000 a los 40, o la francesa Daunay, oro en el maratón con 39.

El ritmo lento (se impuso la sueca Meraf Bahta con 15:31.39) le beneficiaba a ella, que gasta zancada de mediofondista y que este año ha corrido los 1.500 en 4.04, aunque también hacía que estuvieran muy apretujadas y eso, en su lenguaje, en esa forma de expresarse tan personal, significaba que con su “zancadón” estuvo repartiendo “clavos a to’ quisqui’”.

La española, campeona de Europa de 1.500 en 2010, volvía al país donde había nacido, aunque se crió en Torrejón de Ardoz, y realizó una buena carrera, siempre por la cuerda, sin grandes acelerones, reservándose para el desenlace final. Guardaba su baza, ese cambio poderoso. Pero mucho más cambio que ella tuvieron Bahta, la eritrea que llegó a Suecia a finales de la década pasada y pudo empezar a competir por su nuevo país hace menos de un año. O que la portentosa Sifan Hassan, la flamante campeona de 1.500, la etíope que se mudó a Holanda en 2008 y que viste su camiseta desde finales de 2013, que parecía que iba a superar a Bahta en la recta y que finalmente tuvo que ceder. Mucho más atrás, la cántabra Paula González terminó decimosexta (16:24.58).

Si la dicharachera Nuria Fernández llegó a pensar en el bronce en carrera, Ruth Ndoumbe, una de las revelaciones de la temporada, se marcó ese reto antes de la final de triple salto. “Sé que era un objetivo ambicioso, pero hay que marcarse metas altas”, explicó después, cuando concluyó en un cuarto puesto que es el mejor resultado, en esta prueba, de una española en unos Europeos al aire libre.

La atleta gallega que reside en Valencia, donde entrena desde hace tres años con Rafa Blanquer y donde vive con Indira Terrero, la cuatrocentista que el viernes se colgó la medalla de bronce, comenzó su concurso con un salto de 14,11 que prácticamente le metía en la mejora. Y en su quinto intento ascendió hasta la cuarta plaza con su mejor acción, un salto de 14,14 con viento en contra (-0.7).

Le faltó la guinda, ese triple brinco que superara los 14,30 que los entendidos dicen que vale ahora mismo Ndoumbe, la saltadora que, al fin, junto a Blanquer, ha encontrado la madurez, la estabilidad que ante estuvo buscando en Madrid y en Soria, esa carrera fiable que le da seguridad. “Ahora siempre bate en la tabla y hace muchos menos nulos”, apunta su compañera Concha Montaner. Y un cambio abismal en su mentalidad, donde bromea con haber encontrado el ‘flow’, esa sensación de que todo fluye y te aisla en la competición.

Ni Nuria Fernández ni Ruth Ndoumbe, como Alessandra Aguilar por la mañana, pudieron mantener esa cadencia de una medalla por día que había tenido España, que ya lleva 15 finalistas, durante los cuatro primeros días de competición. Y por la tarde, además, ninguno de los relevos logró pasar a la final, aunque la jornada final, este domingo, presenta buenas bazas con Ruth Beitia (altura), Eusebio Cáceres (longitud), Diana Martín (3.000 m obstáculos) o los tres representantes en el 5.000: Toni Abadía, Roberto Alaiz y Jesús España.

Esta penúltima jornada sirvió para ver cómo tres estrellas lograban su tercer título en unos Europeos. Como Olha Saladuha, la ucraniana que ganó la final de Ndoumbe con un salto de 14,73. Como Renaud Lavillenie, el plusmarquista mundial de la pértiga, que solo necesitó dos saltos, uno sobre 5,65 y otros sobre 5,80 para proclamarse campeón. Luego superó 5,90 a la segunda y falló sobre 6,01, con lo que no pudo acabar con el récord de los campeonatos de Gataullin (6,00). O como la croata Sandra Perkovic, la primera mujer en lanzar más de 71 metros (hizo 71,08, récord nacional y mejor marca mundial del año) en el siglo XXI. Nadie lanzaba tanto desde 1992.

La veterana Daunay, el gemelo de Aguilar y las trillizas estonias

La de maratón fue una carrera preciosa. Con varios frentes, atletas de todos los colores subiendo y bajando puestos y un podio cargado de años. El duro circuito, con una cuesta del 8% y un descenso salvaje, hizo su selección y curiosamente dejó al frente a dos veteranas: la francesa Christelle Daunay, que se inició en el maratón con 32 años y está a punto de cumplir los 40, y la italiana Straneo, de 38, que volvió a pasarle lo mismo que en el Mundial del verano pasado en Moscú, cuando fue en cabeza hasta que Edna Kiplagat terminó descolgándola. Esta vez fue su amiga Daunay, madre como ella, y como la cuarentona Jo Pavey, oro en los 10.000 el martes, quien se despegó a falta de tres kilómetros para llevarse la victoria con el récord de los campeonatos de Europa (2:25.14).

Por detrás, después de coger también las banderas de sus países, llegaron Straneo, a 13 segundos, y la portuguesa Jessica Augusto, una atleta que empezó en los 800 y ha acabado en el maratón, la fondista que se negó a seguir el fuerte ritmo de la cabeza y que prácticamente corrió sola los 42,195 kilómetros. Fue inteligente. Otras más osadas lo pagaron caro. Como la etíope de nacionalidad turca Elvan Abeylegesse, que acabó quinta, o la suiza Nicola Spirig, toda una campeona olímpica de triatlón, que lo pasó mucho peor y terminó vigésimo cuarta.

Entre las atrevidas, pero no suicida, estuvo Alessandra Aguilar, que venía de un quinto puesto en el Mundial y osó ir en cabeza a ritmo de récord de España. No pudo seguir a la pareja de veteranas, pero fue midiendo sus esfuerzos para mantenerse entre las ocho primeras. Hasta que el gemelo, harto de rampas para arriba y para abajo, le impidió seguir en el kilómetro 39. “Iba con problemas, pero en la última subida lo he notado más. Me dieron dos pinchazos y tuve que parar”, explicó. Anduvo unos metros mientras llegaba el coche escoba, que le llevó a la meta, donde lamentó la dureza de la carrera y lanzó un aviso a su compañero Javi Guerra, que compite el domingo. “El circuito es una burrada, muy duro”. Ambos entrenan con Antonio Serrano, que en unos días ha vivido la renuncia de Loli Checa por una fascitis, la caída brutal de Víctor García en los 3.000 m obstáculos y ahora la retirada, muy cerca del final, de Aguilar. Menos mal que le queda la fiable Diana Martín en la final de los obstáculos.

Mucho más sonrientes que la gallega llegaron las tres estonias que han hecho historia al ser las primeras trillizas de la historia en competir, y en la misma prueba, en los campeonatos de Europa. Son las chicas de las eles que, peinadas idénticas, completaron el maratón: Liina (29ª), Leia (43ª) y Lily (47ª) Luik. A su sueño le han puesto un nombre: ‘Trio to Rio”.