El historiador y divulgador Ricardo Artola. / Redacción
HISTORIA

«La gran pregunta es por qué Europa se pegó un tiro en el pie»

El historiador y divulgador Ricardo Artola publica un libro "para todos" sobre la Primera Guerra Mundial

MADRID Actualizado: Guardar
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Nunca se saben las consecuencias que una guerra pueda tener en cualquiera de los bandos participantes. El precio para los vencedores puede ser excesivamente alto y los perdedores pueden asumir los daños de una intervención sin problemas. Ejemplo hay suficientes a lo largo de la historia. El enfrentamiento entre Irán e Irak (1980-1988) o la guerra de los Cien Años no sirvieron, en un aspecto estratégico, para nada. Las fronteras no se movieron en exceso ni hubo cambios políticos de importancia en ninguno de los combatientes. Es decir, pasó todo lo contrario que los contendientes habían previsto. El mismo parámetro se puede aplicar a los dirigentes que provocaron la primera confrontación planetaria. “No se podían imaginar ni por asomo lo que podía ocurrir”, asegura Ricardo Artola.

El historiador y editor asegura, además, que el desarrollo y la duración de la guerra fue una sorpresa para todos las partes. “La gran pregunta es por qué Europa se pegó un tiro en un pie”, indica Artola, que publica ‘La I Guerra Mundial. De Lieja a Versalles’ (Alianza Editorial), un libro divulgativo que quiere ser un gran cuadro de la guerra que sacudió el mundo hace un siglo. Artola defiende que la culpa del comienzo de las hostilidades está más repartido de lo que muchos historiadores defienden. “Siempre se dice que los representantes del Imperio austro-húngaro estaban en Berlín y que Alemania les dio un cheque en blanco. Pero nunca se dice que diplomáticos franceses estaban en San Petersburgo diciendo lo mismo a los rusos”, comenta Artola. “Tampoco hay que decir que no había ningún motivo de peso que justificara una guerra. No era la situación previa a la que había antes de la Segunda Guerra Mundial”, sostiene el historiador.

Había tensiones por culpa de Alemania, que había llegado tarde al reparto colonal; o Francia, que estaba enfadada por el arrebato de Alsacia y Lorena por parte de los germanos; o Gran Bretaña, con su empeño en ser la primera potencia marítima. Eran los mismos problemas que en años anteriores y que no habían provocado ninguna combate. Pero la esperanza de aumentar el statu quo en una pequeña escaramuza se convirtió en un lío monumental que costó millones de vidas. “La guerra comenzó en agosto y en noviembre ya estaba estancada en todas partes”, destaca el autor, que ha dividido el libro en ocho capítulos. Uno de ellos lo dedica a la guerra de trincheras, que tuvo su punto culmen en las batallas de Verdún y el Somme. “Ambas batallas son un fracaso para el atacante y también para el defensor, con bajas terribles. Vedún simboliza el canto de cisne del poderío militar francés. El Somme es un monumento a la incompetencia militar del alto mando briánico y al desprecio de sus propios hombres”, añade el autor.

Pero con el material bélico “muy igualado”, una de las claves para que la resolución de la guerra cayera del bando aliado es la aparición de los estadounidenses. “La imagen de la llegada de cientos de miles de nuevos reclutas, bien alimentados y frescos desde finales de 1917 fue un mazazo para la moral del ejército alemán”, añade Artola. Sin embargo, el historiador y editor asevera que un soldado alemán “puede decir que hizo un buen trabajo” durante la Primera Guerra Mundial, ya que en muchas ocasiones llevaron la iniciativa.