Naismith, con el cesto de melocotones y el balón fútbol empleados en el primer partido de baloncesto de la historia. / Archivo
BALONCESTO

El baloncesto nació por encargo

El 20 de enero de 1892, doce estadounidenses, cinco canadienses y un japonés disputaron en Springfield el primer partido de la historia

MADRID Actualizado: Guardar
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LeBron James, la megaestrella de los Heat, el vigente campeón de la NBA, responde tranquilamente a los periodistas en el vestuario local del American Airlines Arena de Miami, con su esculpido torso desnudo y una toalla atada a la cintura tras un encuentro del equipo dirigido por Erik Spoelstra. Forma parte de la parafernalia habitual de la mejor liga de baloncesto del mundo, la más mediática, la que ha transformado a sus jugadores en ídolos y ha convertido el objetivo primigenio del juego en algo secundario ante la trascendencia de ofrecer un buen espectáculo y la necesidad de divertir a cualquier precio.

Nada que ver con el choque disputado el 20 de enero de 1892 en el gimnasio de la escuela de la asociación de jóvenes cristianos (YMCA) de Springfield (Massachusetts), el considerado como el primer partido oficial de la historia del baloncesto. Sobre la improvisada cancha, 18 chavales intentaban sumar canastas con el objetivo único de disfrutar de la esencia del juego, en la victoria y en la derrota.

Crear un juego que se pudiera practicar bajo techo y en un espacio reducido. Esta era la sencilla premisa que el decano Luther Halsey Gullick marcó al profesor James Naismith para que los alumnos de la institución se mantuvieran entretenidos y en una buena forma física durante los duros inviernos de Massachussets. Y el canadiense inventó el baloncesto, el deporte de equipo surgido por encargo con más éxito de la historia.

Ante la dificultad para adaptar disciplinas más agresivas como el rugby, que provocaba enfrentamientos continuos entre los participantes debido a las limitadas dimensiones del gimnasio, Naismith buscaba una actividad que evitara el contacto físico y que cumpliera con una serie de condiciones que la convirtiera en atractiva para la práctica, que fuera dinámica y que supusiera un reto intelectual por la búsqueda constante de soluciones por parte de los atacantes ante las trabas planteadas por los rivales.

La inspiración le llegó de los recuerdos de la infancia, de un juego llamado 'duck on the rock' ('el pato sobre la roca'), que consistía en intentar hacer caer una roca de un montículo a base de golpearla con otras piedras de menor tamaño lanzadas desde una distancia prudencial.

Cambió las piedras por un balón de fútbol y la diana por unas cestas de melocotones (la solución de urgencia ante la imposibilidad de encontrar una cajas cuadradas). Para dificultar la defensa de las canastas, decidió colgarlas a cada lado de la galería superior que rodeaba el gimnasio, a unos tres metros de altura.

En el experimento inicial, celebrado el 21 de diciembre de 1891, casi un mes antes del primer partido, participaron 50 alumnos y, dentro del caos reinante, el educador sacó conclusiones muy positivas. En este primer paso, el alumno William R. Chase fue el protagonista ya que consiguió la primera y única canasta aquel día.

Las trece reglas

Pese a la buena experiencia, Naismith vio la necesidad de reglar y acotar más las bases de su creación. Así, días antes de aquel 20 de enero, había redactado y presentado a la dirección del colegio las trece normas fundamentales que regirían esta nueva actividad y que incluían la obligación de utilizar las manos para desplazar la pelota y la imposibilidad de avanzar con el balón si no era mediante el bote. 122 años después, esas reglas originales mantienen prácticamente su vigencia y sólo la evolución natural del juego ha hecho que se añadan variantes para completarlas y mejorarlas.

Los estudiantes de Secretariado se impusieron a los de Educación Física en este histórico partido. No hay datos exactos del resultado. En el documento que contenía las trece reglas quedaron grabados los nombres de los nueve componente de cada equipo (doce estadounidenses, cinco canadienses y un japonés). Archibald, Davis, Libby, Mahan, McDonald, Patton, Ruggles, Thompson, Barnes, Carey, Day, French, Gelan, Hildner, Ishikawa, Kaighn, Weller y Chase. 18 nombres desconocidos, muy alejados de los actuales Kobe Bryant, Kevin Durant o del propio LeBron y de los recordados Magic Johnson, Larry Bird, Michael Jordan o Wilt Chamberlain, pero pioneros de un deporte que en honor de su creador, James Naismith, decidió que el Hall of Fame (el Salón de la Fama que incluye como miembros a los mejores jugadores, entrenadores, deportistas, directivos y hasta periodistas especializados de la historia) fijara su sede en Springfield, el origen del baloncesto.