Varios tunecinos protestan durante la manifestación convocada con motivo del tercer aniversario de la caída del dictador Zin el Abidín Ben Alí, en Túnez , el pasado martes./ Efe
CRISIS POLÍTICA EN EL PAÍS

La lección de Túnez

Los islamistas ceden el poder a un Gobierno tecnócrata y la nueva Constitución consagrará la libertad de conciencia y de culto

MADRID Actualizado: Guardar
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El pequeño país del Magreb proporciona las únicas buenas noticias del esperanzador movimiento de la primavera árabe que él mismo inauguró y que hoy aparece marcado por la guerra y los enfrentamientos. En Libia, Egipto y, sobre todo, Siria las expectativas de una transición que mejorara las condiciones de vida de la población han saltado por los aires.

La situación se había comenzado a pudrir también en Túnez. En febrero y julio de 2013, dos diputados izquierdistas, Chokri Belaid y Mohamed Brahmi, eran asesinados por extremistas salafistas. Comenzaba a cundir también la convicción que este y otros actos violentos de los radicales fundamentalistas no eran perseguidos ni castigados por el Gobierno con predominio del partido islamista de Ennahda, ganador con rotundidad en unas elecciones limpias y libres.

Sin embargo, tres años después de del derrocamiento del sátrapa de turno, Zin el Abidín Ben Alí, ante la deriva que comenzaba a tomar el país, las presiones del frente laico de oposición y, especialmente, por la influencia de los desastrosos acontecimiento de Egipto, Ennahda aceptó abandonar el Gobierno de coalición y ceder el poder a un primer ministro tecnócrata. Un nuevo Ejecutivo interino se hará cargo del país hasta la celebración de elecciones este año.

Más importante aún que ese abandono del Gobierno será la nueva Constitución que se está acabando de elaborar en medio de intensos y acalorados debates. En la parte del borrador ya aprobado figura el abandono de la Sharia como fuente de derecho, la declaración de que Túnez es un Estado civil, la consagración de la libertad de conciencia y culto, así como la paridad obligatoria en las listas electorales. Una Carta Magna auténticamente revolucionaria para un país árabe.

Todo este conjunto de iniciativas en el marco del acuerdo y el compromiso entre islamistas y laicos suponen un paso de gigante para la normalización democrática del país. Sin embargo, además de los peligros inherentes al forcejeo con los sectores más intransigentes, el gran desafío será traducir estos avances políticos en una mejor gestión de la economía del país. El descontento popular por el alto coste de la vida, el paro, sobre todo el juvenil, y, en general, la falta de expectativas de la población constituyen frentes urgentes que las nuevas autoridades deberán tratar de dar respuesta. Otro elemento de preocupación lo constituye el foco de guerrilla islamista, cerca de la frontera con Argelia.

Túnez afronta un largo camino plagado de amenazas y dificultades, pero quizá la madurez que ha demostrado con la salida pactada a la crisis que bloqueaba al país y la redacción de la nueva Constitución permita un cauto margen de optimismo. Su éxito podría instaurar un modelo a imitar en una región sumida en el extremismo y la inestabilidad.