Una operaria trabaja en la planta que Fagor Electrodomésticos tiene en la localidad guipuzcoana de Garagarza. / Félix Morquecho
tiene 5.700 empleados

Fagor anuncia suspensión de pagos

El fabricante de electrodomésticos no tiene dinero para pagar a algunos de sus proveedores y necesita unos 120 millones de euros para reforzar su liquidez

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Se acabó el espíritu cooperativista que ha guiado al Grupo Mondragón desde su creación, allá por 1956, tal y como lo hemos conocido hasta ahora. Hoy, los trabajadores de Fagor Electrodomésticos han conocido que la Corporación no ha aceptado su petición de ayuda financiera urgente ante un severo problema de liquidez, lo que les ha empujado irremediablemente a un preconcurso de acreedores al reconocerse la empresa insolvente. La firma dirigida por Sergio Treviño demandaba 120 millones de euros para poder funcionar.

La noticia ha caído como una bomba en Arrasate, donde buena parte de la población trabaja o está relacionada de alguna manera con el fabricante de electrodomésticos, que arrastra una deuda global superior a los 1.000 millones de euros. Ahora, la empresa dispondrá de tres meses para plantear una oferta a sus acreedores sobre la manera y la cuantía en que pueda satisfacer sus débitos.

Fagor Electrodomésticos necesitaba como el aire 120 millones de euros para pagar a sus proveedores, pues algunos de estos habían dejado de servir a la compañía, lo que había obligado a parar algunas plantas. La semana pasada, la Corporación recibió una nueva petición de auxilio que levantó ampollas. En mayo, todas las cooperativas de Mondragón habían hecho un esfuerzo enorme al prestar al fabricante de Arrasate la nada despreciable cifra de 70 millones, a los que se sumaron otros 40 procedentes del Gobierno vasco, las Diputaciones y Kutxabank. Pero no fue suficiente.

Ahora, el Grupo liderado por Txema Gisasola ha tenido que elegir entre realizar otro esfuerzo que podría haberle llevado a la ruina o amputarse lo que ha sido considerado durante años el corazón de la división industrial de Mondragón, la 'joya de la corona' del Grupo. Tras días de tensos debates, la decisión ha sido dejar caer a Fagor Electrodomésticos en la insolvencia para salvar al conjunto de cooperativas de Mondragón. Todo un trago para una corporación que ha hecho del cooperativismo y la solidaridad interna sus señas de identidad. Una forma de hacer que le había permitido hasta ahora sortear mal que bien la crisis manteniendo el empleo.

'Shock' para el mundo del cooperativismo

El estallido del sector inmobiliario (que ha hundido por completo las ventas de la compañía en España, su primer mercado) y una gestión inadecuada a la hora de plantear la internacionalización de la firma desde el punto de vista de los costes de producción han hecho que Fagor Electrodomésticos haya entrado en una espiral de pérdidas. El último año en que ganó dinero fue 2008. Desde entonces, los números rojos han dominado las cuentas. En 2012, la empresa perdió 89 millones de euros, y en los primeros seis meses de este ejercicio el 'agujero' alcanzó 66,8 millones.

La entrada de Fagor Electrodomésticos en preconcurso de acreedores es todo un ‘shock’ para el mundo del cooperativismo, y un aviso muy serio para el conjunto de la Corporación Mondragón, que podría salir muy dañada de este proceso. Además, arroja la sombra de la duda sobre un modelo hasta ahora indiscutido y una gran herida en el tejido industrial y empresarial del País Vasco. Miles de puestos de trabajo y de compañías grandes y pequeñas en Euskadi dependen del fabricante de electrodomésticos o del resto de cooperativas de Mondragón, y este fiasco inesperado ha inundado de temor la economía vasca.

El portavoz del Gobierno vasco, Josu Erkoreka, explicó a media mañana que la suspensión de pagos de Fagor Electrodomésticos es "la peor noticia económica" de este año para Euskadi. Y aseguró que el Ejecutivo de Iñigo Urkullu hará "todo lo posible para garantizar la viabilidad de la empresa y minimizar su impacto económico". Las dudas se ciernen ahora sobre la manera de resolver un concurso de acreedores de una empresa que, en realidad, es propiedad de sus socios, unos 1.700 trabajadores, todos en el País vasco.