El periodista José María Calleja. / Virginia Carrasco
ENTREVISTA

«Hay un periodismo al que le importa un rábano la realidad»

El periodista y escritor José María Calleja publica 'La violencia como noticia', un ensayo en el que hace crítica de la profesión y reflexiona sobre el tratamiento de ciertas informaciones

MADRID Actualizado: Guardar
Enviar noticia por correo electrónico

De la violencia y de su presencia cada vez más habitual en los medios de comunicación trata el nuevo libro de José María Calleja (León, 1955). Bajo el título 'La violencia como noticia', el veterano periodista reflexiona sobre el tratamiento que reciben ciertas informaciones y hace crítica del uso y abuso de imágenes violentas para enganchar al espectador, provocar emociones y captar audiencia.

-La tesis de su libro es que la violencia se ha convertido en la noticia. ¿De quién diría que es la culpa? ¿De los espectadores? ¿De los medios de comunicación?

-Se suele decir que las televisiones dan a la gente lo que quiere cuando se habla de una televisión sensacionalista o amarilla. Pero también es verdad que a la gente le gustan los programas de calidad. Lo que es evidente es que la violencia se ha convertido en un reclamo de audiencia.

-¿Por qué?

-La televisión tiene un elemento hipnótico, que capta la atencion de la gente y a base de meter determinados ingredientes se consigue que el espectador esté pegado al televisor. Creo que la violencia se está banalizando y se está planteando como un elemento de captación de audiencia. La idea es: «Vamos a provocar en el espectador emociones, sensaciones... No tanto que esté muy informado sino que esté espantado y espeluznado para tenerlo pegado a una televisión como la mosca a una bombilla.

-¿Diría entonces que no es necesario mostrar la violencia?

-Todo tiene que tener límites. Aquí en España se abrió el debate de si había que mostrar o no a las víctimas del terrorismo después del atentado del 11-M y no antes. Cuando se trata de violencia terrorista hay que mostrar el mal y sus resultados, pero incluso ahí tiene que haber un cierto límite. Habría que discutir cada caso concreto. Por ejemplo, la cultura norteamericana impide mostrar cadáveres. Aquí está muy establecido el mostrarlos y no solo con el terrorismo sino también de violencia contra la mujer. Hay un cierto morbo y se suele dejar esa introducción de 'cuidado, estas imágenes pueden herir la sensibilidad', que es otra forma de captar a la audiencia.

-Hace unos meses, un terrorista degollaba a un soldado a plena luz del día en Reino Unido. Después explicaba a la cámara de un viandante lo que había sucedido. ¿Ha perdido el ciudadano la capacidad de conmoverse?

-En esta historia hay dos elementos. Por un lado, las imagenes de televisión son tan contundentes que no se discuten. La tele nos deja noqueados, es la verdad, sea la verdad que sea. Por ejemplo al ver el atentado de las torres gemelas, nadie pueden pensar que aquello es una broma pero al mismo tiempo hay una hiperrealidad y una sensación de que aquello es un juego, quizá por nuestra cultura audiovisual. Por ello se piensa que no hay muertos, que no está pasando nada y no te das cuenta de que no es un juego hasta pasado un tiempo porque son imágenes que nos dejan perplejo y nos impiden cuestionarlas.

-¿Qué ejemplos como espectador le han impresionado más y cuáles diría que cambiaron la tendencia en España?

-El asesinato de las niñas de Alcasser es un poco el que cambió esta vertiente. Cuando se hace una especie de pornografía del dolor, se recrean todos los detalles y los periodistas se convierten en animadores y protagonistas de la noticia. Cuando se lleva al padre de las víctimas y se le exhibe allí para provocar emociones y para que la gente se compadezca y sienta con el. Ese ha sido el caso más sangrante. Más recientemente podríamos hablar del asesinato de Bretón y sus dos hijos, en el que los medios se recreron en la perversión del criminal durante meses y meses y también el de Marta del Castillo.

-Recientemente hemos conocido el caso de Asunta, la niña que fue hallada muerta cerca de Santiago de Compostela. ¿Qué le está pareciendo el tratamiento?

-Ha habido meteduras de pata pero quiero creer que también algo de contención que antes no había. Es verdad que se están dando datos irrelevantes para la información que ayudan a crear ese morbo pero algunos medios han reaccionado criticando a aquellos que desde el primer momento habían empezado a sentar las bases de lo que había ocurrido.

-¿Se ha perdido esa parte reflexiva del periodismo?

-Los medios nos encontramos con el problema de contar todo lo que pasa cuando todavía no sabemos todo lo que ha pasado. No sabemos lo que ha pasado con el caso Asunta pero hay una demanda de informacón tal que nos obliga a salir ahí y decir "lo que ha pasado es esto y los culpables son estos". Y yo creo que deberíamos tener una cierta autocontención y no volvernos locos por ser los primeros en según qué informaciones, sobre todo cuando luego igual te tienes que retractar, pero estamos en una guerra tan enloquecida por la audiencia que se va a un exceso de morbo.

-¿De ahí el 'seguidismo' entre los diferentes medios de comunicación?

-Internet ha revolucionado el panorama informativo. Por ejemplo, se anuncia una rueda de prensa como ejercicio transparencia. Lo que ocurre es que en las cuatro horas que transcurren desde el anuncio, las redes revientan la conferencia de prensa. De pronto, todo el mundo decide que se va a anunciar un viaje a Houston porque tiene una enferedad y los propios convocantes tienen que desmentirlo antes de la rueda de prensa. Se ha creado tal efervescencia frente al esquema anterior de esperar al periodico sosegado que a los treinta minutos se forma la marimorena y todo el mundo se convierte un poco en informador. Nos estan disputando la hegemonia de la información a los periodistas y, quien más quien menos, puede disparar noticias o rumores o mentiras o intoxicaciones conjugadas todas en una coctelera que provoca la atención de los lectores.

-El libro es una crítica a la profesión en nuestro país, ¿qué es lo que se está haciendo bien?

-En España convive un buen periodismo, buenos profesionales, rigurosos, que amarran los datos y las fuentes, que tratan de contar historias que resulten de interés y de contarlas bien, con otro periodismo al que que le importa un rabano la realidad, la verdad y que va a degüello y que se carga cualquier ética periodística. Es verdad que debemos ser autocriticos porque nuestra labor es importantísisma porque estamos en función de los ciudadanos. Una sociedad es más democrática cuando mejor es su periodismo.