PERDIDOS EN EL ESPACIO

La guerra de los clones

La clonación terapéutica de embriones acaba de un plumazo con algunos de los peores escenarios imaginados por la ciencia ficción respecto al futuro de los trasplantes

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Un ejército de clones a las órdenes del canciller Palpatine derribó la República y acabó con la libertad en la galaxia de 'Star Wars'. Soldados casi perfectos, todos físicamente iguales, todos despiadados, todos clonados a partir del cazarrecompensas Jango Fett en el planeta Kamino, exterminaron a los jedis con quienes hasta ese momento habían combatido codo con codo. Sin piedad. ¿Se imaginan un ejército de clones como los de 'Star Wars'? Es posible que a algunos de ustedes les viniera a la cabeza algo así cuando hace unos días se anunció la primera clonación terapéutica de embriones humanos, un salto de gigante hacia los autotrasplantes, hacia los injertos sin rechazo.

Vivimos rodeados de clones. Desde siempre. Los gemelos idénticos, los que proceden de un óvulo fertilizado por un espermatozoide que se divide durante las primeras fases de desarrollo, tienen el mismo ADN. Son clones naturales. No así los mellizos, cuyo origen está en la coincidencia temporal de la fecundación de dos óvulos por sendos espermatozoides. Todo aquel que conozca a hermanos gemelos sabe que, aunque compartan el ADN se parezcan físicamente y procedan del mismo óvulo fecundado, las diferencias entre ellos son notables. Si algún día el ser humano llega a clonarse con fines reproductivos, los individuos así obtenidos serían también diferentes entre sí. Pero detengámonos en la llamada clonación terapéutica, la que persigue obtener células madre para cultivar tejidos y órganos con fines médicos.

Del metal a las células madre

El corazón de Peter Houghton, un psicoterapéuta inglés de 61 años, estaba en junio de 2001 tan débil que los médicos le daban unas semanas de vida. Entonces, le implantaron en el corazón una bomba de titanio del tamaño de un pulgar, el Jarvik 2000. Vivió siete años más durante los que "llevó una vida plena”, según su amigo y vecino John Lloyd, hasta que sufrió un fallo multiorgánico el 25 de noviembre de 2007. Hasta hace unos años, la ciencia ficción y la medicina soñaban con órganos artificiales, corazones metal con válvulas mecánicas como el Jarvik 7 y apéndices del estilo de la mano que implantan a Luke Skywalker en 'El Imperio contraataca' para sustituir la que ha perdido en su primer duelo con Darth Vader.

En el capítulo que el novelista Brian Stableford dedicó a los avances de la medicina y la genética en el libro 'La ciencia en la ciencia ficción' (1983), centraba el futuro de los trasplantes en la creación de órganos artificiales, mecánicos. Eran entonces la gran esperanza. Esa perspectiva cambió radicalmente con el nacimiento en julio de 1996 de la oveja Dolly, el primer mamífero clonado a partir de una célula adulta. Dolly se creó mediante un método conocido como transferencia nuclear. Esa técnica consiste en extraer de un óvulo la información genética, insertar en su lugar el núcleo de la célula de un donante -su ADN-, y activar el óvulo para que se desarrolle como si hubiera sido fecundado. El embrión que se desarrolla será un clon del portador de la célula adulta cuyo ADN se ha metido en el óvulo.

La clave para la medicina personalizada y los autotrasplantes sin rechazo es que en los primeros días de desarrollo de un embrión, cuando tiene unas pocas células, éstas son capaces de dar lugar a cada uno de los más de 200 tipos de células de nuestro organismo. Pueden convertirse en renales, sanguíneas, neuronas... Se llaman células madre o troncales y se diversifican según el embrión se va desarrollando. Lo que se anunció hace diez días es que los científicos han logrado crear un embrión humano clónico mediante transferencia nuclear y extraer de él células madre con el ADN del donante, lo que conlleva la destrucción del embrión.

¿Qué significa eso? Que se ha dado el primer paso hacia los autotrasplantes. Los científicos esperan ahora aprender a programar esas células madre para formar las especializadas y los tejidos y órganos deseados en cada caso. Si se cumplen la previsiones, dentro de unos años, Si usted tiene necesidad de un trasplante de riñón, por ejemplo, cogerán una célula de su piel, meterán su ADN en un óvulo vaciado, lo activarán, extraerán sus células madre, las programarán para que formen un riñón, se lo trasplantarán y usted no sufrirá rechazo, porque el órgano será genéticamente suyo. Es ciencia ficción, aunque cada vez esté más cerca de ser realidad.

Clonación y prejuicios

La clonación terapéutica choca todavía con prejuicios sociales, derivados seguramente del uso popular de la palabra 'embrión' para referirse al resultado de la introducción del núcleo de una célula adulta en un óvulo y de la utilización de este último como una especie de máquina replicadora. “Se trata de un grupo de células madre, con toda la información genética. Si se divide en dos, puede dar lugar a dos embriones, siempre que se implanten y las condiciones en el seno materno sean las apropiadas. En esos primeros pasos, si se retiran dos células del embrión, se dividen otras y las reemplazan. Esas moritas no son seres humanos. Un embrión congelado no es un ser humano, aunque tenga la capacidad de serlo, como también la tienen cada óvulo y espermatozoide”, sentencia el biólogo español Francisco J. Ayala, una autoridad mundial en el campo de la evolución.

Esa futura medicina personalizada en la que una célula de nuestra piel puede dar lugar, usando un óvulo, al repuesto que necesitemos hace inviables algunos de los peores futuros imaginados por la ciencia ficción. “En muchas de las historias de Larry Niven relativas al próximo futuro, este autor imagina una demanda constante de órganos en un mercado negro de 'organeros' y, en uno de los relatos contenidos en 'The long arm of Gil Hamilton' (El largo brazo de Gil Hamilton) -un libro que se encarga mucho del mercado negro de órganos y los crímenes relacionados con él- imagina una crisis política precipitada por una demanda para que las personas conservadas criogénicamente a la espera de la posibilidad de futura resurrección sean descuartizadas y utilizadas como órganos y miembros de repuesto”, indica Brian Stableford en 'La ciencia en la ciencia ficción' (1983). La clonación terapéutica borraría de un plumazo ese escenario.

Quienes se oponen a esta técnica se imaginan, en relación con los trasplantes, escenarios donde los más ricos se clonarían a sí mismos para extraer luego del clon los órganos que necesitaran. Es lo que ocurre en 'La isla' (2005), película de Michael Bay en la que la clonación reproductiva tiene como fin que las grandes fortunas dispongan de órganos de repuesto en forma de seres humanos genéticamente idénticos usados como bancos de órganos. Un escenario monstruoso que parte de la 'cosificación' de los clones, cuando serían personas con todos sus derechos, y que también se viene abajo con la clonación terapéutica, aunque sea solo por una mera cuestión económica: cuando se pueda, será mucho más barato clonar un riñón que mantener a un gemelo durante décadas para extraerle el órgano si es que se necesita.

Frente a eso, el mundo hacia el que vamos será uno en el cual, si necesitamos un trasplante, baste con tomar una célula de nuestra piel, revertirla mediante la clonación terapéutica hasta que produzca células madre y, después, dar las instrucciones para que estas deriven en el órgano deseado. Ni tráfico de órganos ni granjas de humanos para extirpárselos; solo clonación de células.