TENSIÓN EN LA REGIÓN

Siria: El insoslayable factor qatarí

En Doha, la Liga Árabe dió libertad a sus miembros para dar apoyo a la rebelión contra El-Asad

MADRID Actualizado: Guardar
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La 'cumbre' árabe reunida ayer en Doha otorgó a sus miembros el derecho a dar toda la ayuda que deseen, armas incluidas, a la rebelión siria. Tal es el más novedoso resultado de la conferencia, considerada, por otro lado, como un intento de reordenar el complejo y averiado campo de la oposición armada. El emir de Qatar pidió y obtuvo la reunión de una cumbre poco menos que instantánea de la Liga de Estados Árabes en Doha, su capital.

Faltan, sin embargo, las pruebas de que se ha alcanzado el objetivo de reunificar de las filas insurgentes, que solo serán visibles en las próximas semanas. En el momento de escribir esta nota parecía vigente dimisión del jefe de la oposición, Ahmad Muaz al-Jatib, pero para ser un dimisionario, fue la estrella de la apertura.

Este antiguo imam de la mezquita de los Omeyas, en Damasco, religioso moderado y respetado, había renunciado el domingo a su condición de líder de la “Coalición Nacional de la Oposición y la Revolución”, por ahora el más exitoso intento de ordenar las filas de la revuelta armada y política. Dijo entonces que lo hacía para recuperar su capacidad de actuar con más libertad a favor del cambio de régimen.

El escenario material

Escogido en noviembre, también en Doha, lo que indica el peso de Qatar en el proceso en marcha, su renuncia llegó inmediatamente después de que la oposición designara “primer ministro” de la coalición a un sirio-norteamericano, Ghassan Hitto. Y esto permitió pensar que la designación y lo que significa no fueron de su agrado. De hecho un cierto número de delegados en la convención que le nombró en Estambul se ausentó, se abstuvo o votó en contra.

El emir qatarí, Hamad bin-Jalifa al Thani, se movió con toda rapidez y convocó la “cumbre” para escenificar un apoyo al hombre que cuenta con su respaldo (de hecho fue su candidato) y esta mañana en su discurso de apertura, pidió que se atribuyera a la oposición el asiento reservado a Siria, por cierto adornado con la bandera nacional anterior al régimen baasista. Muaz al-Jatib aceptó y pronunció el primer discurso – otra distinción – en el que reiteró su conocido punto de vista de que será “el pueblo sirio, no gobiernos extranjeros, los que decidirán el futuro del país”.

Las presiones exteriores, singularmente europeas, en el sentido de reunificar las filas y dar credibilidad al esfuerzo militar atienden también a la necesidad de clarificar la condición política de la revuelta, marginando, lo que a estas alturas es difícil sobre el terreno, a las unidades directamente autónomas y yihadistas que – compañeros de cama no tan infrecuentes en política – combaten junto a Qatar, Arabia Saudí, Jordania, Turquía y… la CIA contra un enemigo común: Bachar al-Assad.

¿Qué hacer?

La relación anotada no es caprichosa: son los protagonistas de una operación de entrega de armas a través de un incesante puente aéreo que está entregando equipo militar a la rebelión desde esos países, con el asesoramiento y conocimiento y luz verde de la CIA, según la gran exclusiva que difundió el domingo el “New York Times”.

La operación parece capaz de garantizar que los envíos llegarán a las manos adecuadas, es decir las no yihadistas y sugiere tibiamente todavía lo que parece lenta, pero sostenida, evolución de Washington hacia la inevitable entrega de material militar de condición suficiente para hacer frente con ciertas posibilidades de éxito al ejército del presidente Assad, armado desde los arsenales rusos e iraníes, con alguna cooperación no bien cuantificada del Hezbollah libanés.

El gobierno qatarí paga las armas, que según todas las versiones son croatas, y entiende proseguir su campaña política y diplomática hasta cambiar la situación sobre el terreno, pero hoy por hoy la prioridad es política. Al-Jatib, un hombre razonable, parece dispuesto a tomar un segundo plano más testimonial y favorable a lo que llama “solución política entre sirios” y ceder el trabajo diario al “primer ministro” Hitto, que estaría preparando en completo sigilo un gobierno que pudiera instalarse dentro de Siria y recibiría el reconocimiento de muchos Estados y, desde luego, de una neta mayoría de los árabes