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El 'peleas' de Lagarto

Diego Costa, una “bestia humana” de doble cara que protagonizó el fin de semana con un plantillazo alevoso a Rubén Pérez y el escupitajo que Amaya le lanzó en el rostro

IGNACIO TYLKO | MADRID Actualizado: Guardar
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El polémico Diego Costa es el paradigma de la mutación atlética. Gracias al trabajo físico y mental del cuerpo técnico y a la fe inquebrantable de este delantero brasileño de doble cara, se ha obrado un milagro. En cuestión de semanas, las actuaciones del ‘peleas’ ya no provocan hilaridad entre la afición ‘colchonera’ sino admiración. Vertical, directo, infatigable, provocador, martillo pilón para los zagueros contrarios y una liberación para Falcao, responde al perfil exigido por Simeone. Si el ariete de Lagarto, en el estado de Sergipe, pudo aprovechar, con solo 24 años, su última oportunidad en el Atlético, es gracias a su fe y al ‘Cholo’.

Como ocurre cada verano desde que en 2007 acampó a orillas del Manzanares como un ‘indio’ más, Costa estaba más fuera que dentro del club. Se contemplaba la enésima cesión o un traspaso definitivo. Bastaban cuatro ‘perras chicas’ con tal de quitarse de encima a un tipo conflictivo, marcado por los árbitros y los rivales, que no terminó de explotar en sus peregrinajes por el Celta, el Albacete, ambos en Segunda División, o el Valladolid, donde aterrizó dentro de la operación por Sergio Asenjo.

Ocupa plaza de extracomunitario, pero Simeone se empeñó en que siguiera. Se le despejó el horizonte cuando el argentino Salvio regresó al Benfica y dejó hueco. Ya apuntaba buenas maneras cuando una ‘triada’ le destrozó la rodilla hace dos veranos y evitó su inscripción en la primera plantilla ‘colchonera’. Ya recuperado, firmó una segunda vuelta extraordinaria con el Rayo Vallecano de Sandoval, quien lo definió como una “bestia humana, un delantero hambriento”.

Ya centrado en el Atlético, supo aprovechar el bajón sufrido por Adrián tras los Juegos Olímpicos para adelantarle por la izquierda. Ha jugado 17 partidos de Liga, 11 de ellos como titular. Solo ha marcado tres goles, pero ha ofrecido 16 asistencias de remate y su aportación resulta superlativa. “Diego me encanta. Es un jugador muy importante para el grupo. Necesita tranquilidad y estabilidad para conseguir esa regularidad tan difícil y necesaria”, afirma Simeone sobre el brasileño. El técnico se pasa por el forro lo que piensen fuera. “Lo que digan los demás no me interesa. Está en un momento bárbaro. Tiene fortaleza para doblar, jugar por fuera, tirar desmarques. Es muy necesario para nosotros”, resume.

Costa entiende el fútbol como un compendio de situaciones límite. Resumió su ideario futbolero en una reciente entrevista al ‘As’. “Yo voy a por todas. Esto es el Atlético y me da igual lo que digan. Es mi forma de jugar, de luchar por esta camiseta. A veces me pegan a mí, y a otras veces soy yo el que pega. Son cosas del fútbol. No voy con mala leche nunca. Cada uno defiende lo suyo. La gente sé que me critica pero no voy a cambiar. Es mi trabajo, de lo que come mi familia, y voy a muerte”.

Aún no ha sido expulsado en esta Liga, aunque si vio la roja en el último choque de la ‘Europa League’, ante el Viktoria Pilsen, por golpear con la cabeza a Limbarsky en una refriega que no iba con él sino con el canterano Pedro. “Fue un gesto excesivo, bruto. No era para tanto pero me equivoqué, lo reconozco”. La condena, cuatro partidos de suspensión. Diego Costa pareció atemperarse, aunque en el Bernabéu se lió en una asquerosa pelea a escupitajos con Sergio Ramos. Confiesa haber aprendido de errores como futbolista y como persona, pero siempre le delata ese perfil irracional. La paternidad le ha hecho madurar. “Tengo que ser un ejemplo para mi familia”, dice.

El último fin de semana, sin embargo, la volvió a liar. Simeone recurrió a él en la última media hora del partido ante el Betis y revolucionó el choque. Un gol decisivo, un plantillazo alevoso a Rubén Pérez que mereció la roja para todo el mundo menos para el árbitro Undiano Mallenco y el asqueroso escupitajo que le lanzó a la cara el central Amaya. “Cada uno defiende lo suyo. Yo no me llevó los problemas del campo a casa”, zanjó Diego Costa tras el partido. Los verdiblancos tienen cuentas pendientes con él aunque Pepe Mel, el técnico, insiste en que le querría siempre en su equipo porque se trata de un gran jugador.

Poco que ver con ese tipo descuidado que hace tres años, con Quique Sánchez Flores en el banquillo, se presentó con siete kilos de más a la pretemporada porque estaba harto del Atlético y de las cesiones. Nada se entendería en este delantero sin asumir que aterrizó en Europa con solo 20 años, sin haberse forjado en ningún club importante de Brasil. Apenas conocía el fútbol de la calle, del barrio, de las broncas.