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Irán nuclear: la gran crisis

Es un hecho que, además de las cinco potencias nucleares oficiales, enriquecen uranio Israel, India, Japón, Alemania, Holanda, Pakistán, Argentina, Brasil y Corea del Norte

MADRID Actualizado: Guardar
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Salvo milagro in extremis, el durísimo tramo de sanciones a Irán (que profundizan las de naturaleza política y, sobre todo, el cerco de la banca especializada en el comercio del petróleo) será vigente el uno de julio. Tal es la primera consecuencia del clima en que terminó en la noche de ayer en Moscú la última sesión negociadora entre el “P-5+1” y la República Islámica.

Después de un día entero de filtraciones, rumores de fracaso y agotamiento de los negociadores reunidos en un gran hotel en Moscú se llegó a un resultado curioso y que permite todas las interpretaciones: el tres de julio, es decir, muy pronto, habrá en Estambul una reunión de “expertos”, después una valoración por los vicejefes de las delegaciones (Helga Schmid por Catherine Ashton y Alí Beghari por Said Jalili) y a renglón seguido se examinará por el dúo Ashton-Jalili, que estarán “en estrecho contacto”, si se convoca una nueva sesión de alto nivel político. En cualquier caso, lo seguro es que no ha sido cancelado el proceso negociador.

A estas alturas se conocen los requerimientos clave de un eventual acuerdo: Irán debería renunciar a enriquecer uranio al veinte por ciento y entregar o poner bajo un control internacional solvente el stock que tiene, recibiría el combustible nuclear que necesite para su reactor experimental de Teheran o su central de Bushehr y, aceptaría una severa e incondicional inspección de la Agencia Internacional de Energía Atómica. A cambio las potencias reconocerían su derecho a enriquecer uranio hasta un 3,5 por ciento y se revisaría el programa de sanciones hasta su desaparición, que sería necesariamente muy lenta.

La realidad y el deseo

Así dicho esto parece razonable: las potencias no niegan, ni pueden negar, la existencia de un programa que muchos países mantienen sin problema y, además, el Tratado de No Proliferación reconoce el derecho de los signatarios a “desarrollar el uso pacífico de la energía atómica”. Aquí empiezan, sin embargo, los problemas. Tal desarrollo ¿incluye el derecho a enriquecer uranio? Ni se dice ni se niega, pero se puede aceptar que sin tal enriquecimiento un plan será dependiente de la provisión por terceros y, por tanto, aleatorio.

Aunque hay ciertas dudas es un hecho que, además de las cinco potencias nucleares oficiales, enriquecen uranio Israel, India, Japón, Alemania, Holanda, Pakistán, Argentina, Brasil y Corea del Norte. La pregunta de por qué, entonces, se le niega a Irán la posibilidad se responde fácilmente: de los citados, cuatro no son firmantes del TNP y uno de ellos, la India, tiene por delicadeza norteamericana un status único: industria nuclear civil bajo inspección internacional e industria atómica militar libre de todo control. Los otros cinco cooperan sin reservas con la AIEA.

Y, además, el enriquecimiento es inquietante cuando excede de cierto grado: hasta un tres, incluso un cinco por ciento, es admisible y suficiente, un veinte por ciento, como puede hacer Irán, es indispensable para obtener determinado combustible para reactores de investigación y aunque del todo insuficiente para obtener armas nucleares, es un paso en el camino hacia tales armas.

Mensajes y contexto

Irán está en una situación políticamente muy delicada porque al otro lado de la mesa no están solo sus adversarios, sino gobiernos que como el chino o el ruso no son precisamente aliados de Washington. Pero estas grandes potencias no vacilaron en su día en aprobar, y podían haberlas vetado, las tres resoluciones del Consejo de Seguridad, (1696, 1737 y 1747) que inequívocamente exigen a Teheran que abra su plan y dé las garantías comprobables de que no busca armas atómicas.

En realidad, el escenario vigente es el que había sugerido el muy hablador presidente Ahmadineyad hace unos días, como si quisiera hacer saber su opinión e indicar que él también pesa en la cuestión y no solo, como se cree universalmente, el Guía, Alí Jamenei y su equipo, con Jalili en cabeza. Sus palabras coincidieron en el tiempo con indicios de que había ya un compromiso para enriquecer uranio en Natanz a no más del cinco por ciento y cancelar toda actividad en la nueva instalación de Fordo. Todo bajo estricto control de la AIEA.

Se abre un capítulo inquietante, pero no necesariamente el que llevará a Washington a respaldar el (aparente) deseo israelí de proceder militarmente, aunque el tiempo pre-electoral en los Estados Unidos condicione la conducta del presidente Obama. Israel, por lo demás, está en una precaria posición política y aún moral en este asunto porque, como no firmante del TNP, ha desarrollado una industria nuclear sin interferencia alguna y está admitido que dispone de unas doscientas armas nucleares tácticas y los medios (balísticos, aviones y submarinos, estos de fabricación alemana) para utilizarlas.