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Siria: se cumple el pronóstico

La rebelión de la mayoría social augura un conflicto complejo, largo y sangriento, porque el régimen pelearía a fondo

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El súbito anuncio de que Hillary Clinton viajará a Turquía la próxima semana confirma el extendido que la rebelión de la mayoría social en Siria sería un proceso de que el conflicto en Siria sería complejo, probablemente largo y sangriento, porque el régimen pelearía a fondo, y tendría una fuerte repercusión o extensión regional.

El pronóstico se cumple ya abiertamente y no solo, ni principalmente en el registro de la duración y la violencia (casi año y medio y unos 17.000 muertos) sino en el de la contaminación del escenario regional, un mosaico cultural, político y confesional equivalente a una gran bomba de relojería.

La potencia regional emergente, la Turquía del partido AKP (literalmente, partido de la Justicia y el Desarrollo, una especie de tecnoislamismo de gran éxito) parece haber tomado a su cargo la coordinación del esfuerzo para derrotar al régimen sirio. Se ha escrito que Washington, tras vacilar sobre qué rumbo tomar, subcontrató con Turquía la gestión de la peligrosa crisis.

Turquía es un país de la OTAN, con una larga hoja de servicios en el combate antisoviético de la larga guerra fría, se ha modernizado mucho, tiene un gobierno de éxito y autoridad y la decisión, por tanto, parece juiciosa y fue prácticamente oficializada tras la divulgación de la larga conversación del presidente Obama con el primer ministro turco, Erdogan.

Cambios de humor en Turquía

Todo esto no ocurrió por casualidad, pero tampoco parece premeditado. De hecho, Turquía ha cambiado de opinión: hace casi exactamente un año, el influyente ministro turco de Exteriores, Ahmet Davutoglu, viajó a Damasco, cuando la situación era aún manejable, y se entrevistó durante largas horas con el presidente Assad, a quien presentó un plan de arreglo basado en la rápida democratización del régimen con un calendario acordado con la oposición.

La expectación fue muy grande entonces y la visita que hizo a Ankara a renglón seguido el general Hassan Turkmani, exministro de Defensa (que moriría en julio pasado en el audaz atentado contra la cúpula de la Seguridad Nacional en Damasco) suscitó gran interés y ciertas esperanzas, pero El-Assad rehusó el plan y, visiblemente, el gobierno turco, y concretamente el primer ministro Erdogan, conocido por su temperamento, se lo tomó a mal.

El cambio de humor en Turquía no se hizo esperar y poco a poco, a partir del decisivo hecho geográfico de unos novecientos kilómetros de frontera con Siria, pasó a gestionar el conflicto de otro modo, basado en el criterio, por lo demás realista, de que Damasco no podría resistir indefinidamente y sería útil estar en la primera fila del esfuerzo por cambiar el régimen. Esto, sin embargo, significaba un cambio cualitativo en la política, descrita por algunos como neo-otomanismo (la vieja y gran Turquía imperial, sin imperio) y que, en la definición de Davutoglu, parte de un principio central: “cero problemas con los vecinos”.

Hillary, sobre el terreno

Turquía, que había podido mal que bien gestionar el inacabable conflicto con los kurdos sin conflictos con los países vecinos que albergan poblaciones kurdas, Iraq, Irán y Siria, no calibró bien qué actitud asumirían los kurdos en Siria y se preocupó y aceleró su involucración cuando descubrió que su programa se acerca tras la conferencia de Erbil del mes pasado, al independentismo de su hermano mayor turco, el “Partido de los Trabajadores del Kurdistán”, enemigo del Estado y declarado oficialmente terrorista que ayer mismo mató a seis soldados turcos.

El conflicto en Siria pasó a ser distinto, otra cosa: un problema de seguridad nacional que, además, se ha complicado con la decisión de la oposición, “Partido Republicano del Pueblo”, liberal-laico, de censurar la línea oficial y acusar al gobierno de escoger un sendero de guerra. Y todo esto, por si fuera poco, con el enfado de la minoría turca aleví (una minoría de unos veinte millones de personas) por ciertas decisiones judiciales y un tono de la política general que ve como pedagogía social islamista-sunní, es decir, ortodoxa.

Turquía, pues, es ahora una clave militar, política y confesional del conflicto en asociación con Arabia Saudí y Qatar, dos países sunníes dotados de ingentes medios financieros, pero limitados geográfica y políticamente y cuyo interés en el asunto radica básicamente en privar a su adversario iraní del aliado sirio y su socio libanés, Hezbollah. Es decir, el volcán previsto cerca de la previsible y casi anunciada ignición. No es de extrañar que Hillary Clinton, quien estuvo en la zona hace ocho días, pero no en Turquía, anuncie que se trasladará allí la próxima semana. La cuestión es ya una prioridad estratégica de Washington…