ANÁLISIS

El poder de la calle

Un año después, sigue abierto el debate sobre el impacto social del movimiento y el futuro de sus planteamientos de regeneración política

MADRID Actualizado: Guardar
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Ha pasado un año del surgimiento del 15M y toca hacer un primer balance. Hay una general unanimidad en que se trató de la sacudida social más importante desde la transición, pero tras este lapso de tiempo ¿ha servido para algo? ¿se pueden impulsar transformaciones de calado en la sociedad sin utilizar los medios convencionales de participación política?

El escritor Lorenzo Silva cree que, aunque el 15M no se ha traducido en una opción política con responsabilidades públicas, “es indudable la impregnación del mensaje en las fuerzas de la izquierda insertas en el sistema e incluso en algunas medidas del mismo Gobierno, como la limitación del sueldo a los banqueros, cuyas entidades han sido objeto de ayudas públicas, las reformas fiscales dirigidas hacia la rentas altas o el debate sobre la reforma de la administración”.

En esta línea, Ignacio Sánchez Cuenca, profesor de Sociología de la Complutense y autor de ‘Años de cambio, años de crisis’ (Los Libros de la Catarata), cree que “el debate sobre el reparto de los costes de la crisis ha sido mucho más intenso en España gracias al 15M”. En el terreno de los logros atribuye también al movimiento “el poner en el debate público el asunto de la dación en pago y el problema que causan los desahucios”. Quizá este haya sido el aspecto más visible del 15M tras desaparecer del primer plano de los medios de comunicación. La Plataforma de Afectados por las Hipotecas (PAH) ha frenado más de 200 desalojos en toda España, 70 de ellos en Madrid.

Muy tajante y negativo se ha mostrado el filósofo Fernando Savater. Sobre una de las cuestiones más emblemáticas del movimiento, “los políticos no nos representan”, ha replicado: “no seas majadero, el problema es que sí te representan y por eso debemos buscar a quien mejor nos represente”. Una tesis que no comparte Jordi Claramonte, profesor de Estética de la UNED y miembro de Tabacalera de Madrid, uno de los centros neurálgicos del movimiento. A su juicio, una de las cosas fundamentales que ha aportado el 15M ha sido precisamente “el poner de manifiesto la quiebra brutal de representación que existe y advertirnos, a su vez, que está en nuestras manos hacer operativa esa quiebra, no solo quejarnos, así de sencillo y así de complicado”. Esta crisis de representación, a juicio de Claramonte, no está solo en la política, sino en otros muchos aspectos como el dinero, que ya no representa la riqueza o el bienestar, e incluso en el arte: lo que vemos en ARCO o en el Reina Sofía ya no representa ni lo bello, ni lo sublime, ni nada que nos pueda emocionar, más allá de sus precios. Y por supuesto que los políticos no nos representan”.

El filósofo polaco y Premio Príncipe de Asturias de Comunicación y Humanidades 2010, Zygmunt Bauman centra gran parte de ese problema de representatividad en que las fuerzas económicas son globales (los mercados) y los poderes políticos, nacionales y, por tanto, limitados. Esta descompensación de poder es, a su juicio la que hace que “los políticos aparezcan como marionetas, incompetentes e incluso corruptos”. Las protestas tratarían de suplir esa falta de una política efectiva y global, aunque cree que el 15M es un movimiento “emocional”, más apto para destruir que para construir; de acuerdo en lo que se rechaza, pero incapaz de crear algo coherente y duradero.

Esa incapacidad aludida por Bauman es negada por la plataforma Democracia Real YA (DRY) que da cuenta de la intensa actividad desarrollada a través de redes de ayuda y cooperativas. En los sitios tomalaplaza.net y tomalosbarrios.net, más de 60 enlaces muestran las iniciativas surgidas en otras tantas ciudades españolas montadas por un millar largo de colectivos. También se da cuenta de las actividades de los barrios y de los debates en miles de asambleas y talleres. A pesar del éxito de las manifestaciones convocadas estos días por el año transcurrido, los miembros del 15M son conscientes de que han perdido visibilidad, de que las asambleas se han ido adelgazando tras la explosión de mayo y de que los debates han llegado a ser muy difíciles, como el de la huelga del 29M. Sin embargo, también están convencidos de la solidez de los trabajos en los barrios y de la expansión a través de las redes sociales.

La cuestión de si se pueden impulsar transformaciones de calado en la sociedad sin utilizar los medios convencionales ya ha provocado un feroz enfrentamiento en el seno del 15M. El pasado 22 de abril, parte de la organización liderada por Fabio Gándara y Pablo Gallego, se constituía en asociación para tratar de dar más fuerza y repercusión a las reivindicaciones. La guerra incendió las redes sociales y el rechazo ha sido mayoritario. La propuesta trata de dar un paso adelante, pero va en contra de una de las señas de identidad del movimiento: la autonomía, la transversalidad y la ausencia de liderazgo. Como se dice en el periódico gratuito ‘madrid15m’: “nos une la autonomía, la no dependencia hacia ningún tipo de organización o institución”.

El 15M considera que la democracia está desnaturalizada y secuestrada por los mercados y en declive. Según Claramonte “todos los sistemas acaban por morir y este también. Las señales son evidentes. Los niveles de ramplonería y desvergüenza son tales que nos estamos dando cuenta todos”. Y si este sistema se considera muerto ¿Cuál es la alternativa? El filósofo Agustín García Calvo, muy identificado con el movimiento, en unas declaraciones al ‘Faro de Vigo’, consideró que “se pueden ir haciendo tentativas y ensayos. Siempre se trata de ver cómo se puede vivir y convivir sin dinero; es decir, luchar contra el miedo de lo que pasaría si esto se hunde y combatir la supuesta necesidad de que la realidad tiene que ser así. Ese es el frente en el que estamos luchando”. García Calvo considera que capital y Estado se confunden.

Más pragmático Sánchez Cuenca cree que el sistema no se cambia desde la calle “salvo en situaciones insurreccionales o revolucionarias”. No obstante considera que “la protesta en la calle puede influir decisivamente en lo que hacen los políticos en las instituciones. Siempre ha sido así”. Lorenzo Silva cree que si el 15M quiere impulsar una propuesta de transformación, resulta clave el acceso al poder a través de la legitimidad de las instituciones y cita el caso del Partido Pirata de Alemania, que ha conseguido superar en votos a una fuerza histórica tradicional, aunque se integre en el sistema que se pretende romper.

El debate está abierto y es demasiado pronto para determinar el impacto del 15M y su futuro, pero es que tampoco está claro qué tipo de sociedad estamos construyendo en estos tiempos convulsos por las dificultades económicas y las transformaciones sociales que están provocando. Aunque quizá la cuestión debería ser más bien la que trata de plantear el 15M: qué sociedad queremos construir.