Mapa de los reinos cristianos hacia mediados del siglo XII. / Archivo
LA OTRA HISTORIA

Los Balduinos de Jerusalén

Varios monarcas cristianos reinaron con ese nombre en Tierra Santa con gran habilidad política y diplomática durante las convulsas Cruzadas

MADRID Actualizado: Guardar
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La primera cruzada culminó con éxito su principal objetivo: la toma para los cristianos de Jerusalén. Era el año 1099 y se ponía fin a una larga y tormentosa expedición de cuatro años desde la llamada del Papa Urbano II a recuperar los Santos Lugares. Un camino plagado de rapiñas y saqueos de los ejércitos cristianos por territorio europeo antes de llegar a tierra hostil y enfrentarse a los enemigos musulmanes. La victoria dio paso a la creación del reino de Jerusalén, que logró sobrevivir en manos cristianas durante 88 años gracias a la habilidad militar, pero sobre todo, política y diplomática de varios monarcas que reinaron bajo el nombre de Balduino.

Con la entrada de Godofredo de Bouillón, uno de los líderes de la Primera Cruzada, en Jerusalén tocaba organizar un nuevo Estado. ¿Qué hacer? Godofredo rechazó el título de Rey y se autoproclamó Defensor de los Santos Lugares. Sin embargo, su gobierno sólo duró un año. Su hermano, por contra, sí accedió a ser proclamado Rey bajo el nombre de Balduino I. Pero su coronación no fue nada sencilla. Y es que, desde la toma de Jerusalén se produjo la pugna de dos facciones que defendían visiones opuestas sobre la estructura del nuevo reino. Una de ellas, liderada por Dagoberto de Pisa, patriarca de Jerusalén, pretendía crear una teocracia dirigida directamente por el Papa. Esta opción contaba con el rechazo de la nobleza que había luchado en la Cruzada y que apostaba por instaurar una monarquía secular al estilo de las existentes en la Europa feudal. Finalmente, fueron los segundos, encabezados por Balduino, quienes se impusieron.

Balduino I logró expandir el reino gracias a las conquistas de Acre, Beirut y Sidón. Además, ejercía su influencia en el resto de Estados cristianos: el condado de Edesa, el principado de Antioquía y el condado de Trípoli. En 1118 el Rey moría sin herederos. La corona pasó a su primo Balduino II. Contra todo pronóstico y a pesar del aislamiento geográfico y los enormes problemas demográficos, el reino de Jerusalén no solo logró repeler los continuos ataques de los distintas facciones musulmanas, sino que consolidó sus fronteras e incluso tomó algún enclave importante como Tiro en 1124. El joven reino vivió en el primer tercio del siglo XII su momento de mayor explendor. Y en eso tuvieron mucho que ver las órdenes militares que combatieron con fervor en Tierra Santa. No sólo la mitificada Orden del Temple, sino otras como la de los caballeros hospitalarios aportaron experimentados guerreros y nutrieron los ejércitos del reino.

Luchas fraticidas

El primer gran revés se produjo bajo el gobierno de Balduino III. El condado de Edesa había sido ocupado por los musulmanes bajo el liderazgo del gobernador de Mosul. La pérdida del primer Estado cristiano creado en Tierra Santa desembocó en la Segunda Cruzada. Pero esta expedición fracasó durante el sitio de Damasco. En Jerusalén, las luchas internas provocaron una guerra fratricida entre Balduino III y su madre Melisenda que estuvo a punto de fragmentar el reino. La victoria fue para el hijo pero la divisiones en las filas cristianas siguieron agudizándose.

El último gran líder cristiano en Tierra Santa fue Balduino IV, el rey leproso. Y es que el monarca convivió con esta enfermedad desde la niñez. Sin embargo, las taras producidas por la lepra (ocultaba su rostro desfigurado con una máscara) no afectaron a sus grandes dotes como estratega y político. Pese a la clara inferioridad militar de los cristianos consiguió firmar una precaria tregua con el gran general musulmán Saladino. Además, logró mantener el equilibrio entre las diversas y cada vez más enfrentadas facciones cristianas. Pero la enfermedad acabó en 1185 prematuramente con la última esperanza para los cristianos de subsistir en Tierra Santa. Le sucedió el quinto y último Balduino, un niño enfermizo que murió al año de ascender al trono. El vacío de poder fue aprovechado por las tropa de Saladino para tomar Jerusalén en 1187 y poner fin a la aventura iniciada por Godofredo de Bouillón casi un siglo antes.