Un mal vino puede estropear cualquier menú./ Archivo
COCINILLAS

El vino del menú

Vale más beber agua (aunque sea triste) u otra cosa que ciertos pseudovinos

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Me ha ocurrido esta misma semana. Entré en un restaurante de reciente apertura en compañía de unos amigos. Como hago siempre, mientras me acomodaba eché una ojeada a las mesas para ver qué vino servían con el menú del día. Muchos comensales tenían una copa pero no vi botellas. No tardé en deducir que servían el vino por copas (ya lo ven, no se le escapa nada a una inteligencia despierta, sobre todo cuando vi a una camarera llevar tres copas de tinto a una mesa).

Al principio me pareció un detalle de cierta racanería que atribuí al origen catalán de la franquicia. Pero luego reflexioné (aquel día estaba en la cumbre de mi potencia intelectual) y hube de reconocer que tal situación se adaptaba bastante bien a mis costumbres. Por lo general, si veo que en las mesas hay botellas de esos vinos que no merecen tal nombre y que sabe Dios con qué están hechos soy yo el que pide una copa de un honesto crianza. Por lo general, no suelen cobrármela aparte, lo que me permite beber moderadamente, más calidad y sin recargo. Todos contentos.

Es un hecho que con un menú de diez euros escasos -como el del otro día- dejar en la mesa una botella de un vino decente reduce sensiblemente el margen, ya reducido, de beneficio para el establecimiento. Y eso es lógico que no se lo permita una franquicia catalana. No me parece mal, pues, que sustituyan la botella por una copa, en este caso y según me dijeron, de un cosechero navarro (?).

Peor me parece castigar al cliente, so capa de ajustar la economía, con uno de esos pseudovinos de origen no especificado (pero que mucho me temo no sea la vid) capaces de estropear cualquier gaseosa. Mire por su salud: en primer lugar consulte a un veterano antes de atreverse con un menú de menos de diez euros (los hay estupendos, es cierto, pero no todos) y rechace los pseudovinos. Vale más beber agua (aunque sea triste) u otra cosa.

Voy a confesar que ese día de marras mis amigos y yo optamos por pedir la carta de vinos: ya que el menú era barato, haríamos un leve dispendio en la bebida. Tuvimos la suerte de encontrar un Protos Roble (joven caldo de Ribera del Duero con un corto envejecimiento en barrica) a 13 euros la botella. Una solución magnífica a un precio más que favorable. Mereció la pena.