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¿Son los alemanes como creemos que son?

Conviene entender bien al país que está supervisando nuestras reformas económicas y administrativas

BILBAO Actualizado: Guardar
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Una artista alemana advirtió recientemente a los jóvenes españoles de que, si planeaban emigrar a su país, tenía una noticia buena y otra mala para ellos. La primera era que recibirían mejores sueldos y la segunda, que gastarían gran parte del dinero en calefacción. Ese comentario irónico arroja dudas sobre la verdadera naturaleza de la potencia que domina la Unión Europea y que está supervisando nuestras reformas económicas y administrativas. ¿Es Alemania una bicoca? ¿Son reales los tópicos sobre sus habitantes? La austeridad y disciplina que predica la canciller Angela Merkel, admiradora de la vicepresidenta española Soraya Sáenz de Santamaría, ¿constituyen de verdad un rasgo nacional?

Recientemente, la revista ‘El Ciervo’ formuló esas preguntas a unos cuantos alemanes y también a varios extranjeros que han residido en su país. Las respuestas no fueron concluyentes, pero pueden resultar útiles ahora que el Gobierno de Mariano Rajoy debe someter sus reales decretos al severo examen de Berlín. Una psicóloga germana reconoció a la publicación que, ciertamente, a muchos compatriotas “les gusta hacer las cosas a conciencia, con responsabilidad y con esmero”. Y es posible que Merkel, hija de un pastor luterano, simbolice esa forma de pensar, relacionada con la ética protestante de la que habló Max Weber. Pero a renglón seguido la psicóloga recordó que “las virtudes por exceso se convierten en defecto”. “Y debido a esta inflexibilidad -lamentó- a veces no entendemos cómo las cosas no se pueden hacer a nuestra manera”.

No es el único alemán que entona el 'mea culpa'. En el congreso del partido socialdemócrata celebrado en Berlín en diciembre pasado, el excanciller Helmut Schmidt recordó a la conservadora Merkel que la pujanza económica de Alemania no hubiera sido posible sin el dinero que le regalaron las potencias vencedoras de la Segunda Guerra Mundial para acometer la reconstrucción. Fue una excelente inversión, pues medio siglo después es evidente que los alemanes se entregaron a aquella ingente tarea 'a conciencia' y con 'esmero'.

Estrategia generosa

Pero esa espectacular resurrección, continuó Schmidt, tampoco hubiera sido posible sin la integración de Alemania en la UE y la OTAN, y sin la caída de las dictaduras comunistas, acontecimiento este último que removió el gran obstáculo para la reunificación. Y, en fin, toda esa cadena de acontecimientos fue el resultado de una estrategia generosa, tal vez atrevida e improvisada, pero muy práctica, a la que se entregaron los viejos enemigos de Berlín ignorando el miedo que históricamente les había inspirado. “Los alemanes hicimos sufrir a otros bajo nuestra posición de poder central”, subrayó Schmidt, cuya visión de la historia de europea se resume precisamente en “una serie interminable de luchas entre la periferia y el centro”.

A sus 92 años, y en silla de ruedas, el veterano político concluyó: “Tenemos razones para agradecer, y tenemos el deber de responder, a la solidaridad recibida con nuestra propia solidaridad hacia los vecinos”. Dinero y potencia económica para actuar con inteligencia no les faltan a los alemanes, como buenos ahorradores y exportadores que son. Pero la memoria histórica pesa mucho, y a comienzos de los años veinte del siglo pasado la República de Weimar se hundió en la humillante hiperinflación. Tal vez por eso, Merkel se resiste a prestar dinero cuando se lo piden y, en cambio, prodiga consejos: el éxito es fruto del trabajo y la constancia, repite, dos cualidades que ella supone a sus electores, pero que parece poner en duda en otros europeos.

Volvamos al principio ¿Se compadece esa forma de pensar con la realidad? No necesariamente. Una de las personas encuestadas por el 'El Ciervo, un biólogo de origen italiano que trabajó en unos laboratorios de Alemania, recordó de aquella época una conversación de barra de bar en la que un hospitalario teutón le espetó: “Últimamente, aquí los jefes quieren solo españoles e hindúes, ¡porque esos sí que trabajan!”.